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sábado, 22 de julio de 2023

La tienda del barrio


No sé si esto que paso a comentar ocurre en el resto del país y tampoco sé cómo ocurren las cosas en los países vecinos, mucho menos en otras latitudes, pero aquí en Barranquilla todos crecimos cerca a una tienda que suplía las necesidades y urgencias caseras que se presentan en el día a día. 

Usualmente localizada en una esquina, casi siempre administrada por gente del interior del país, santandereanos o paisas, las tiendas de barrio son el negocio familiar más difundido en nuestra ciudad. Por pequeña que pueda parecer la tienda cubre todas las necesidades que una familia pueda tener. Usted llega y pregunta por lo que sea y se lo tienen. El dependiente da una vuelta, mete la mano por aquí o allá y “voila” la astilla de canela que hacía falta, el pliego de papel periódico para la tarea, el Dolex forte para el dolor de cabeza, mejor dicho lo que sea. Pero eso no es lo que más me sorprende de estas tiendas de abarrotes surtidas como almacén de grandes superficies. Lo más sorprendente es que todos se saben los precios de lo que tienen a la venta y lo dicen sin pestañear. Desde un limón para arriba el dependiente suelta el precio sin el mínimo asomo de dudas.

En la tienda hay trabajo para toda la familia pero el que lleva la voz cantante es el que tiene él kilométrico en la oreja. Ese personaje hombre o mujer se sabe todos los precios, saca las cuentas sin calculadora, no necesita de báscula para saber cuantas libras pesa lo que lleva el vecino y trabaja 24/7 sin que se le note.

Ni hablar de los domicilios esos señores le llevan a la puerta de su casa lo que usted pida, no importa el costo. No hay que inscribirse en la pagina web de la tienda, no hay que esperar a que su llamada sea grabada y monitoreada por su seguridad o para mejorar el servicio, tampoco le intentan meter otros artículos, no se llenan encuestas, nada. Solo dos preguntas: qué necesita y a donde le mandan el pedido, la demora perjudica. En la tienda se lo envían rápido y hasta fiado, claro que es necesaria cierta vara alta con el del kilométrico. Ese es el único personaje que puede evadir el refrán que toda tienda de barrio tiene en el vidrio de la vitrina: hoy no fio, mañana si. Para eso es que usan el kilométrico para anotar en el credi-Marlboro. Sistema que a juzgar por la canción La Comprita de la Dimensión Latina no  siempre funciona.

Un saludo en la distancia a los amigos de la tienda del pradito y a los herederos de las señoras de la tienda de las viejitas, sus bolitas de coco y los panes de 20 centavos sirvieron para aplacar mi proverbial apetito adolescente.

 

 

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