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sábado, 17 de noviembre de 2018

Un saludo, un abrazo

Saludar puede ser el acto humano más simple con mayor trascendencia en el inicio y mantenimiento de las relaciones personales y sociales. Me atrevo a pensar que al momento de saludar se revelan las intenciones del alma. Una palabra, una expresión, un gesto o cualquier otra manifestación que exprese atención, cortesía o afecto puede ser utilizada como saludo al momento de un encuentro o despedida.
El saludo tiene una secuencia de eventos única y constante que siempre se produce y que tiene un orden. Cruzar la mirada y el reconocimiento facial constituyen la primera fase del saludo, esta fase, aunque fundamental en el acto de saludar, no constituyen el saludo mismo. Usted no puede saludar a alguien que no ve o a quien no reconoce. Una vez se produce el reconocimiento facial ocurre la segunda fase del saludo que llamaré la respuesta motriz. El saludo se puede abortar antes de la segunda fase, es decir antes de producir la respuesta motriz. Si usted cruza su mirada y reconoce a alguien a quien no quiere saludar, se hace el pendejo, mira para otro lugar y cambia de rumbo. La más mínima respuesta motriz será detectada y siempre recordada. 
Volviendo a la expresión o respuesta motriz, esta va desde un simple y poco expresivo gesto, como subir las cejas, hasta la más elaborada y excéntrica combinación de movimientos vistas en los saludos de jóvenes pertenecientes a comunidades afrodescendientes. Estrechar las manos con firmeza, lanzar un beso flotado, dar unas palmadas en la espalda, el encuentro de mejillas, un beso apasionado o cualquiera otra expresión motriz utilizada para saludar, siempre va a reflejar el nivel de afectividad producido por el encuentro o despedida.
De todas las respuestas motrices observadas en los saludos la más expresiva y cargada de afecto es el abrazo. Al momento de un apretón de brazos también se habla, se llora, se ríe, se brinca, se baila, se besa, se siente. Nada como percibir el calor y la presión de un abrazo sincero y afectuoso de aquel ausente que reaparece en nuestra vida. 
En un buen y sincero abrazo se resume, sin palabras, el afecto, el amor, la solidaridad, la entrega. Por todas estas razones llorar, reír, gritar, brincar, bailar o besar en medio de un abrazo estrecho y apasionado, será un momento inolvidable para todo aquel que lo viva y lo disfrute.