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lunes, 1 de julio de 2019

Los tiempos cambian



Un viaje a la madre patria para visitar el estadio del equipo de sus amores fue el premio concedido a mi hijo menor por obtener sin contratiempos su grado de bachiller. Por razones imponderables el anhelado viaje coincidió con la final del fútbol colombiano disputado por el Junior de nuestros amores. Tomamos el avión para Madrid con la ilusión de encontrar un lugar propicio, con pantalla gigante, para ver los partidos definitivos del campeonato. Sin embargo, la diferencia de horarios con el viejo continente hacía imposible encontrar un lugar abierto a las 3:00 am trasmitiendo el dichoso partido. Resignados por no poder gritar los goles de Junior en un populoso bar madrileño con otros colombianos, tomamos una suscripción del canal con los derechos para emitir el partido por internet. Nuestro bar fue la pequeña habitación del hotel en donde nos alojábamos, la pantalla gigante quedó reducida a la de un pequeño IPad y los gritos de gol se ahogaron por la ausencia de ellos.
Como cambian los tiempos, durante mi niñez y juventud solo algunos partidos internacionales eran susceptibles de ser transmitidos por la precaria televisora nacional. Ni soñar con la tecnología actual que permite ver los partidos, goles y comentarios del futbol mundial convirtiendo a nuestros hijos en hinchas de un equipo por liga. Para ver fútbol colombiano en directo había que ir al estadio y para ver fútbol internacional se dependía del recordado programa de variedades El mundo al instante. Realizado por la Deutsche Welle, presentaba los goles del futbol alemán y europeo narrados por el colombiano Andrés Salcedo.
Lo que no cambia es la rivalidad entre los hinchas de los equipos y en la madre patria esta costumbre se siente en todos los lugares, les contaré. Mi hijo tuvo la brillante idea de estrenar la camiseta del Barcelona, con el número de Messi, por las calles aledañas al estadio Santiago Bernabéu, localizado en el exclusivo sector del paseo de la Castellana y muy cercano al hotel en donde estábamos alojados. No bien habíamos caminado un par de cuadras cuando un señor, ya entrado en años, increpó a Miguel con estas palabras: “Caminas por el barrio equivocado”. Metros más adelante jóvenes con camisetas del Madrid hicieron gestos poco amigables a nuestro paso. Recordé algunos episodios con barras bravas que me hicieron tomar la decisión de regresar al hotel y cambiar la camiseta por una neutral.
La conclusión es que las tecnologías cambian, pero los sentimientos por una camiseta no.