Un viaje a la madre patria
para visitar el estadio del equipo de sus amores fue el premio concedido a mi
hijo menor por obtener sin contratiempos su grado de bachiller. Por razones
imponderables el anhelado viaje coincidió con la final del fútbol colombiano
disputado por el Junior de nuestros amores. Tomamos el avión para Madrid con la
ilusión de encontrar un lugar propicio, con pantalla gigante, para ver los
partidos definitivos del campeonato. Sin embargo, la diferencia de horarios con
el viejo continente hacía imposible encontrar un lugar abierto a las 3:00 am
trasmitiendo el dichoso partido. Resignados por no poder gritar los goles de
Junior en un populoso bar madrileño con otros colombianos, tomamos una
suscripción del canal con los derechos para emitir el partido por internet. Nuestro
bar fue la pequeña habitación del hotel en donde nos alojábamos, la pantalla
gigante quedó reducida a la de un pequeño IPad y los gritos de gol se ahogaron
por la ausencia de ellos.
Como cambian los tiempos, durante
mi niñez y juventud solo algunos partidos internacionales eran susceptibles de
ser transmitidos por la precaria televisora nacional. Ni soñar con la
tecnología actual que permite ver los partidos, goles y comentarios del futbol mundial
convirtiendo a nuestros hijos en hinchas de un
equipo por liga. Para ver fútbol colombiano en directo había que ir al estadio
y para ver fútbol internacional se dependía del recordado programa de
variedades El mundo al instante. Realizado por la Deutsche Welle, presentaba
los goles del futbol alemán y europeo narrados por el colombiano Andrés
Salcedo.
Lo que no cambia es la
rivalidad entre los hinchas de los equipos y en la madre patria esta costumbre
se siente en todos los lugares, les contaré. Mi hijo tuvo la brillante idea de
estrenar la camiseta del Barcelona, con el número de Messi, por las calles
aledañas al estadio Santiago Bernabéu, localizado en el exclusivo sector del
paseo de la Castellana y muy cercano al hotel en donde estábamos alojados. No
bien habíamos caminado un par de cuadras cuando un señor, ya entrado en años,
increpó a Miguel con estas palabras: “Caminas por el barrio equivocado”. Metros
más adelante jóvenes con camisetas del Madrid hicieron gestos poco amigables a
nuestro paso. Recordé algunos episodios con barras bravas que me hicieron tomar
la decisión de regresar al hotel y cambiar la camiseta por una neutral.
La conclusión es que las tecnologías
cambian, pero los sentimientos por una camiseta no.