Alguna vez se ha preguntado cómo se define la amistad? Por si en este momento empezó a pensar cómo definir la dichosa palabrita y no le sale una frase concreta, aquí traigo la definición de la RAE: Afecto personal puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.
Más difícil aún, es tratar de medir la amistad. Cuáles o cuántos parámetros debe cumplir una relación para poder catalogarla como de amistad? ¿Es necesario conocer algunos aspectos mínimos para poder definir una relación como amistosa? ¿Quién entrega ese diploma? Pienso que a veces los adultos adoptamos posiciones trascendentales que nos llevan a perder la oportunidad de vivir experiencias que pueden ser muy reconfortantes. En esto de hacer amigos y vivir la amistad debemos imitar a los niños. Para ellos, el único parámetro de amistad es la existencia de un congénere.
Hace unos días nos reunimos un buen grupo de egresados de la facultad. Con algunos, teníamos los años de egresados de no vernos. De no saber nada de ellos. Si casados o solteros, si con hijos o sin hijos, gordos o flacos, con pelos o calvos. Con algunos no se conocía su lugar de residencia, en que trabajaban, sus pasatiempos, nada. Con muchos, los aspectos necesarios para tener una amistad eran inexistentes. El único punto de encuentro era y es, que somos congéneres, somos el producto final de una misma Alma Mater. Y eso, como en los niños, fue suficiente.
Gracias a un espontáneo y entusiasta equipo de trabajo, un grupo de egresados de la facultad de medicina de la Universidad del Norte tuvo un encuentro para no olvidar jamás. Sin dejar pasar el más mínimo detalle, con altas dosis de esfuerzo individual y dando muestras de un inigualable sentido de la amistad, el equipo norteamericano recibió con los brazos abiertos al grupo procedente de diferentes partes de Colombia y del mundo.
Fueron cinco días de reencuentro con la vida, la amistad, el corazón. Cinco días en donde se derramaron lágrimas por la felicidad del reencuentro, por las muestras genuinas de solidaridad, por recordar los anécdotas, por volver a bailar la música de aquellas fiestas universitarias; por volver a oír las canciones que marcaron un momento, por volver a vernos como éramos, por volver a tener 20 años.
Todos entendimos que somos congéneres y que nos unen las experiencias vividas en la facultad. No hubo obstáculos para el desenfreno sentimental, para decir a los cuatro vientos que somos amigos. Gozamos, disfrutamos, vivimos y sentimos ese encuentro como si nos conociéramos hasta en el último detalle, como si hubiéramos compartido toda la vida.
Héctor Lavoe canta todo tiene su final y esta nota del reencuentro no es la excepción. Quiero terminar solo con un único pero sentido y profundo, GRACIAS.