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sábado, 25 de septiembre de 2021

Una rascadita en la espalda



Hace unos días quedé muy preocupado al escuchar una conversación entre dos de mis subalternas. Margarita* joven enfermera recién vinculada a nuestra empresa, le confirmaba a Claudia,* terapeuta de mayor edad, que seguirá el consejo de comprar una manito de madera para regalarle a su novio. El objetivo del regalo era que el novio lo utilizare para cuando el pidiera una rascada en la espalda. Inmediatamente pensé, ese matrimonio no se efectúa y si se casan la separación llegará en poco tiempo. 
Sin lugar a dudas, las relaciones de pareja pasan por etapas algunas necesarias para su desarrollo y otras que ponen a prueba su estabilidad. Rascarle la espalda a la pareja es uno de esos marcadores que puede indicar la etapa donde se encuentra la relación de pareja. 
En el noviazgo la rascada de espalda se practica aun sin ser pedida, se puede acompañar de corte de uñas y de otras actividades que le van dando solidez a la pareja. 
Durante los primeros años del matrimonio, la rascadita sale de la espalda para llegar a las piernas y a otras zonas del cuerpo que facilitan poner a punto un encuentro más sustancioso. El final feliz del rascado no tiene que ocurrir siempre, pero una rascadita en la espalda no se debe negar en una pareja joven. 
Con el paso de los años y la presencia de la detestable rutina, la mano que rasca va cambiando. Ocurre que la mano aliviadora de la molesta picazón, se cambia por la de las hijas. Una vez papá llama para una rascadita en la espalda, mamá llamará a las hijas, las cuales se pelearan con la madre para rascar a su padre en una clara alusión al complejo de Electra. 
El problema es que los complejos de Edipo o de Electra no gozan de la cualidad de los discos de antes, recuerden ustedes que eran llamados de larga duración. No, más pronto de lo que usted se imagina su bello capullito, su hijita adorada, ya está rascando la espalda a un mozalbete de la vecindad perdiendo entonces el interés por rascar la espalda de su padre.
Llega entonces la etapa final de la rascadita en la espalda en las relaciones de pareja. Esto sucede cuando el marido pide a su amada esposa el alivio para el prurito que afecta su espalda. Entonces ella muy condescendiente y tranquila contestará, usando la tercera persona del singular: tome la manito de palo que compré y rásquese en donde quiera.

*Nombres cambiados

sábado, 18 de septiembre de 2021

La vejez no viene sola


Mi crianza se desarrolló entre padres más adultos de lo usual. Mi papá recibió el título de padre siendo ya un hombre mayor. Don Camilo pasaba de los cuarenta años cuando decidió formalizar los devaneos amorosos sostenidos con mi madre, quince años menor que él. De manera que fui criado por un hombre ya mayor, para la época, pero con todas las ganas de tener una buena familia.

Mi relación con personas mayores no terminaba con mi padre, desde siempre disfruté de la compañía de los adultos mayores de la familia y de la vecindad. De tal forma y manera que no faltó quien dijo a mi madre que su hijo mayor tenía, desde muy niño, vainas de viejo. Aunque pocas cosas recuerdo del tiempo compartido con los mayores, tengo fresca en mí memoria una frase repetida con frecuencia, incomprendida en aquellos años, pero que ahora dimensiono en su totalidad: la vejez no viene sola.

Desde niño me preguntaba porqué no viene sola? ¿quiénes son los sombríos acompañantes de la vejez? Pues bien, no tardaron en llegar a mi cuenta personal los primeros cuarenta años para comenzar a enterarme del tipo de compañías que vienen con la vejez. 

Así es, no termina uno de subir al cuarto piso cuando como por arte de birlibirloque empiezan a desaparecer algunas facultades y a notarse otras dificultades. Sin mediar palabra aparecen los olvidos, la presbicia, la sordera, las cataratas, las dolencias, las disfunciones, los calores, los edemas, la alopecia y con todos ellos y no menos importantes llegan los chequeos, las dietas, las restricciones, pastillas de unas y de otras y peor aún, los miedos.

Sin embargo, la vejez no siempre viene mal acompañada. La experiencia vivida con mi padre mostraba que don Camilo no fue víctima de esas malas compañías que vienen con el envejecimiento. De hecho la tercera edad trae cosas buenas, me puse en la tarea de averiguar aspectos favorables de llegar a la vejez y encontré algunos. 

Un beneficio evidente es evitar hacer colas o filas. Aguantarse las temibles y siempre apremiantes colas de la inmigración en el aeropuerto, de los bancos en épocas de cierre o de las insoportables oficinas públicas es patrimonio exclusivo de la juventud.

Otro ejemplo de las ventajas de pintar canas, es que se dispone de tiempo para visitar zonas turísticas en temporada baja, cuando las tarifas son favorables en todos los aspectos del turismo. Los mayores tienen entonces la oportunidad de disfrutar a su ritmo y a costos razonables, de todas las atracciones sin la bulliciosa y entusiasta compañía de los jóvenes.

La pausa y serenidad del adulto mayor es muy útil en esta época de premuras. La tranquilidad que dan los años, permite hacer labores que exigen más concentración con mayor efectividad. En este mismo sentido el consejo de un adulto mayor, signado por la experiencia adquirida con los años, puede ayudar a resolver conflictos sociales de una forma mas efectiva.

También revisé la literatura sobre envejecimiento, para entender cómo mi viejo soportó la apremiante vecindad de la senescencia. Concluí que el ejercicio físico diario, una dieta saludable, pocos vicios y el buen humor permitieron a mi padre paliar los efectos de la vejez y sus acompañantes.

De las costumbres paternas la más difícil de cumplir es la dieta saludable. Nada tan sabroso como los alimentos que suben el colesterol o la glicemia. El acceso a ellos estaba limitado en la juventud por razones económicas y ahora no se pueden degustar por temor a los acompañantes de la vejez y sus consecuencias, que vaina.

Como conclusión de estas lecturas decidí cambiar los acompañantes de mi vejez. Sí, la vejez no viene sola, viene acompañada de mucho deporte, alguna dieta favorable y buen humor, como mi padre.