Mi crianza se desarrolló entre padres más adultos de lo usual. Mi papá recibió el título de padre siendo ya un hombre mayor. Don Camilo pasaba de los cuarenta años cuando decidió formalizar los devaneos amorosos sostenidos con mi madre, quince años menor que él. De manera que fui criado por un hombre ya mayor, para la época, pero con todas las ganas de tener una buena familia.
Mi relación con personas mayores no terminaba con mi padre, desde siempre disfruté de la compañía de los adultos mayores de la familia y de la vecindad. De tal forma y manera que no faltó quien dijo a mi madre que su hijo mayor tenía, desde muy niño, vainas de viejo. Aunque pocas cosas recuerdo del tiempo compartido con los mayores, tengo fresca en mí memoria una frase repetida con frecuencia, incomprendida en aquellos años, pero que ahora dimensiono en su totalidad: la vejez no viene sola.
Desde niño me preguntaba porqué no viene sola? ¿quiénes son los sombríos acompañantes de la vejez? Pues bien, no tardaron en llegar a mi cuenta personal los primeros cuarenta años para comenzar a enterarme del tipo de compañías que vienen con la vejez.
Así es, no termina uno de subir al cuarto piso cuando como por arte de birlibirloque empiezan a desaparecer algunas facultades y a notarse otras dificultades. Sin mediar palabra aparecen los olvidos, la presbicia, la sordera, las cataratas, las dolencias, las disfunciones, los calores, los edemas, la alopecia y con todos ellos y no menos importantes llegan los chequeos, las dietas, las restricciones, pastillas de unas y de otras y peor aún, los miedos.
Sin embargo, la vejez no siempre viene mal acompañada. La experiencia vivida con mi padre mostraba que don Camilo no fue víctima de esas malas compañías que vienen con el envejecimiento. De hecho la tercera edad trae cosas buenas, me puse en la tarea de averiguar aspectos favorables de llegar a la vejez y encontré algunos.
Un beneficio evidente es evitar hacer colas o filas. Aguantarse las temibles y siempre apremiantes colas de la inmigración en el aeropuerto, de los bancos en épocas de cierre o de las insoportables oficinas públicas es patrimonio exclusivo de la juventud.
Otro ejemplo de las ventajas de pintar canas, es que se dispone de tiempo para visitar zonas turísticas en temporada baja, cuando las tarifas son favorables en todos los aspectos del turismo. Los mayores tienen entonces la oportunidad de disfrutar a su ritmo y a costos razonables, de todas las atracciones sin la bulliciosa y entusiasta compañía de los jóvenes.
La pausa y serenidad del adulto mayor es muy útil en esta época de premuras. La tranquilidad que dan los años, permite hacer labores que exigen más concentración con mayor efectividad. En este mismo sentido el consejo de un adulto mayor, signado por la experiencia adquirida con los años, puede ayudar a resolver conflictos sociales de una forma mas efectiva.
También revisé la literatura sobre envejecimiento, para entender cómo mi viejo soportó la apremiante vecindad de la senescencia. Concluí que el ejercicio físico diario, una dieta saludable, pocos vicios y el buen humor permitieron a mi padre paliar los efectos de la vejez y sus acompañantes.
De las costumbres paternas la más difícil de cumplir es la dieta saludable. Nada tan sabroso como los alimentos que suben el colesterol o la glicemia. El acceso a ellos estaba limitado en la juventud por razones económicas y ahora no se pueden degustar por temor a los acompañantes de la vejez y sus consecuencias, que vaina.
Como conclusión de estas lecturas decidí cambiar los acompañantes de mi vejez. Sí, la vejez no viene sola, viene acompañada de mucho deporte, alguna dieta favorable y buen humor, como mi padre.