“Solo sabemos que somos buenos maestros cuando logramos convertir a un mal prospecto en un profesional exitoso.” Divagando sobre mi quehacer como profesor llegué a esta conclusión que someto a su consideración y para la cual no tengo argumentos ni a favor ni en contra. Divagaciones, es la mejor denominación que puedo utilizar para darle nombre a los pensamientos que surgen cuando me pregunto sobre las situaciones que se presentan durante mi desempeño como médico y profesor. Me pregunto todo el tiempo como llegar a ser un buen maestro o un buen "Profe" apócope de profesor que no le gusta mucho a nuestro verdadero maestro, Arcelio Ulises Blanco Núñez.
Y volviendo a las divagaciones, debo decir que esa es su mejor denominación porque no tienen la intensión de resolver nada y no están dirigidas a nadie en particular. Solo son ideas que toman por asalto a mi pensamiento durante el discurrir como alumno, docente y ahora padre de nuevos alumnos.
Hoy y tal vez siempre, las universidades se pelean por demostrar que en sus claustros se forjan los mejores profesionales. Para nuestro país ese objetivo se cumple cuando los estudiantes obtienen los mejores puntajes en los exámenes de estado. Entonces se produce una cascada de eventos. Los mejores resultados resultan en mayor prestigio, ese prestigio se traduce en procesos de selección exigentes y costosos para los nuevos estudiantes. La consigna es atraer los mejores estudiantes del colegio para tener luego los mejores egresados.
Divago un poco, ser el tutor de un estudiante bien alimentado, con todas las herramientas tecnológicas disponibles y con un buen bagaje de conocimiento previo, parece fácil. Bastará con dar un par de comandos, alguna orientación y salen solos. Usualmente son hijos de familias en donde ya los han encarrilado previamente, saben lo que quieren, tienen los recursos económicos y tecnológicos necesarios y muy importante ya tienen los contactos. Pienso que es más fácil.
Lo complejo es obtener buenos profesionales sin disponer de las facilidades mencionadas previamente. Ser ese maestro que logra convencer y luego convertir a un mal prospecto en un profesional de renombre. A las universidades las deberían medir por la capacidad de convertir malos estudiantes en egresados prestigiosos. Convertir en doctor a un hijo de doctor con recursos de doctor no debe ser motivo de ningún reconocimiento. Lo difícil es convertir en profesional exitoso y reconocido a un hijo de don nadie, ese que no dispone de recursos ni de expectativas, cuyo único futuro es seguir siendo otro don nadie, ese es el reto.
Y volviendo a las divagaciones, debo decir que esa es su mejor denominación porque no tienen la intensión de resolver nada y no están dirigidas a nadie en particular. Solo son ideas que toman por asalto a mi pensamiento durante el discurrir como alumno, docente y ahora padre de nuevos alumnos.
Hoy y tal vez siempre, las universidades se pelean por demostrar que en sus claustros se forjan los mejores profesionales. Para nuestro país ese objetivo se cumple cuando los estudiantes obtienen los mejores puntajes en los exámenes de estado. Entonces se produce una cascada de eventos. Los mejores resultados resultan en mayor prestigio, ese prestigio se traduce en procesos de selección exigentes y costosos para los nuevos estudiantes. La consigna es atraer los mejores estudiantes del colegio para tener luego los mejores egresados.
Divago un poco, ser el tutor de un estudiante bien alimentado, con todas las herramientas tecnológicas disponibles y con un buen bagaje de conocimiento previo, parece fácil. Bastará con dar un par de comandos, alguna orientación y salen solos. Usualmente son hijos de familias en donde ya los han encarrilado previamente, saben lo que quieren, tienen los recursos económicos y tecnológicos necesarios y muy importante ya tienen los contactos. Pienso que es más fácil.
Lo complejo es obtener buenos profesionales sin disponer de las facilidades mencionadas previamente. Ser ese maestro que logra convencer y luego convertir a un mal prospecto en un profesional de renombre. A las universidades las deberían medir por la capacidad de convertir malos estudiantes en egresados prestigiosos. Convertir en doctor a un hijo de doctor con recursos de doctor no debe ser motivo de ningún reconocimiento. Lo difícil es convertir en profesional exitoso y reconocido a un hijo de don nadie, ese que no dispone de recursos ni de expectativas, cuyo único futuro es seguir siendo otro don nadie, ese es el reto.