Deportes callejeros
Los tiempos cambian, frase
.vieja y contundente a la cual los padres de hoy recurrimos para tratar de
entender porque nuestros hijos se la pasan pegados a un vídeo juego o un
aparato tecnológico sin la menor intención de hacer deportes al aire libre.
Recordamos Inmediatamente los partidos de bola'etrapo y otros deportes
callejeros relativamente sanos. Pero haciendo algo más de memoria y siendo
francos, los "deportes" practicados en las calles de nuestra época
infantil, sin video juegos, distan bastante de ser seguras o tranquilas como le
hacemos creer hoy a nuestros hijos. A ver, tomemos la máquina del tiempo y
retornemos a los felices "años maravillosos" cuando sin el menor
temor y sin ningún elemento protector, como los exigimos ahora, se practicaban
algunos deportes "extremos". El que esté libre de pecado que tire la
primera piedra.
Podemos comenzar por el paredillismo y su extensión azoteismo. Esta práctica
consistía en brincar y caminar por paredillas, techos y azoteas vecinas,
usualmente llenas de vidrios para neutralizar esta actividad. Los mangos de una
casa vecina, o un balón perdido en un techo fueron motivo suficiente para poner
en ejecución este deporte extremo, sin la menor precaución y con todos los
riesgos posibles. Qué tal el conocidísimo juego del orto, con un tapo o libertad
localizado lo más lejos posible, para garantizar una pateada sin precedentes, a
todo aquel que se dejara pasar una checa entre las piernas. No menos divertido
y sin duda más peligroso resultaban siendo las descolgadas por las calles
montados en los carros de balineras, mejor conocidos como patinetas. Con cuatro
y cinco pelaos abordo, sin cascos ni el más mínimo aditamento de protección, se
obtenían buenas velocidades y por lo tanto buen vértigo. Los problemas
aparecían a la hora de frenar el carro en las intersecciones, que
peligro.
Es que viéndolo bien y de acuerdo con estas breves e incompletas referencias, deberíamos aceptar aquel comentario que dice que un adulto es un sobreviviente de la niñez y la adolescencia.
Es que viéndolo bien y de acuerdo con estas breves e incompletas referencias, deberíamos aceptar aquel comentario que dice que un adulto es un sobreviviente de la niñez y la adolescencia.