En la creciente del Cesar, Rafael Escalona describe las peripecias de un enamorado,
“yo encontré un camion voltiao
y el chofer iva corriendo
por que estaba enamorao
lo encontré contra matao
con las dos piernas quebrá
me dijo que no era na
por que estaba enamorao”
Y es que un hombre enamorado hace o promete vainas de las que después, no digo que se arrepiente, pero al menos emite un pensativo, carajo.
Dejo en este momento claridad de que no estoy pensando en las cosas que haría influido por el estímulo de conquistar un nuevo amor. Para mi fortuna con el amor de Maruchis, mis hijos, mi mamá y la familia tengo y me basta. Estoy pensando en las cosas que no haría ni de vainas, aquellas para las cuales tengo acuñada y patentada la frase, no existe la más remota posibilidad de que haga tal cosa o tal otra.
Por ejemplo, no existe la más remota posibilidad de comprar entradas para ver películas de terror. No pago por sentir miedo ni de vainas, no tiene sentido. Algunos de mis contertulios dirán que soy un miedoso, no me afecta en lo más mínimo. Desde hace rato me proclamé y por escrito, como capitán inamovible del equipo de los “cagaos” léase miedosos.
Por razones diferentes a los temores nocturnos tampoco me subo a una montaña rusa, a una rueda de Chicago o a cualquier atracción de parques o ciudades de hierro que tengan como motivo de diversión causar vértigo. Me mareo, me vomito, no tengo la culpa. Tendría como nueve años cuando monté por vez primera en uno de esos juegos mecánicos, para ese edad desconocía la fragilidad de mi aparato vestibular. Me senté con mis primas dentro de la cabina y empezamos a girar rápidamente, todo era risas y diversión. La dicha duró poco, unos segundos después de iniciados los divertidos giros, mi cabeza daba más vueltas que el aparato en donde estaba montado. No veía la hora de que el juego terminara, me sentía totalmente aturdido. El fuerte mareo se acompañó de una vomitada de proporciones faraónicas. Fue de tal magnitud la mareada que todavía hoy la recuerdo perfectamente. No hay la más remota posibilidad de subir en cualquier aparato que sirva para producir vértigo.
Tampoco me subo en algo que se eleve al cielo con proporciones inferiores a un avión de doble turbina. Avionetas, helicópteros, globos aerostáticos, paracaídas, parapentes y demás objetos voladores de pequeñas facturas serán vistos volar por mí desde la segura y tranquila tierra. Tampoco hay la más remota posibilidad de montarme en un aparitico dé esos.
La edad de las aventuras terminó, ahora prefiero ver los toros desde la barrera, tal vez será un poco aburrido pero sin dudas es más seguro.
PD: Han pensado que cosas les hacen decir la frase, no hay la más remota posibilidad de...