La pasión por el futbol viene por las dos ramas de la genealogía familiar. Muy a mi pesar, la rama paterna no pude disfrutarla pues don Camilo se casó varios años después de haber colgado los guayos. Pero según nos contaba, jugó en el equipo de la armada al lado de José Kaoru Doku, legendario jugador colombo japonés campeón con Santa Fe en el primer campeonato de 1948.
Por la línea materna el fútbol llegó por la vía auditiva. Alguna vez conté que los domingos era inmancable la visita donde los primos Batle Illera. Recuerdo perfectamente el patio de baldosa roja en donde me sentaba a escuchar las narraciones de Edgar Perea. Los partidos siempre fueron escuchados, ni soñar con ir al estadio. El espartano manejo de la economía familiar no permitía esos lujos. Doña Betty tuvo que esperar a que el hijo mayor, ya médico y un poco mas liberal con los gastos, la invitase al estadio a ver a su Junior del alma.
El honor de recibir a mi mamá para ver por vez primera, en vivo y en directo, al equipo de sus amores se lo llevó el estadio Nemesio Camacho “El Campín” Corría el año de 1995, mis padres disfrutaban de unas cortas vacaciones en Bogotá. Su visita coincidió con el encuentro entre el equipo tiburón y los Millonarios.
Con el Pibe Valderrama a la cabeza, el equipo que llegaba a la capital tenía una de las mejores nóminas de todos los tiempos, era oportuno ir al estadio. Compré boletas para occidental numerada.
Con un clima totalmente favorable, nos fuimos ese domingo para el estadio. Llegamos con tiempo para transitar sin afanes el camino hasta nuestras localidades. Mis preocupaciones con la altura del altiplano quedaron en nada. Doña Betty subió con facilidad las graderías, se ubicó con facilidad en nuestras localidades y comentó con cierta expectativa que estábamos rodeados de hinchas azules. Ella siempre ha sido buena para conversar, pero de animo poco expresiva de manera que en silencio esperó el inicio del encuentro.
La cosa no empezó como esperábamos, al minuto 4 un tiro de media distancia y gol del local. Mi mamá que nunca ha dicho una mala palabra grito en dirección al campo: pendejos. Nunca supe a quién lanzó el improperio si a los de Junior o a los azules.
Minutos más tarde, Héctor Gerardo Méndez se mandó un verdadero golazo en otro tiro de fuera del área. Doña Betty se levantó y gritó el gol con los puños arriba, no le importó estar rodeada de hinchas azules, a los cuales les causó mas bien gracia ver contenta a la abuelita juniorista.
El resto del partido para el olvido, Junior perdió 4 a 1 como suele ocurrir cuando va a la altura bogotana. Sin embargo, pasamos una tarde divertida que sirvió para ver en mi madre una genuina expresión de alegría que siempre recordaré.