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domingo, 22 de agosto de 2021

Los fotoplásticos

Los entendidos en el área de las ciencias sociales auguran notorios cambios en las preferencias profesionales ejercidas por las nuevas generaciones. Algunos expertos se atreven a vaticinar que aun no se conocen un buen porcentaje de las nuevas profesiones que ejercerán nuestros tataranietos. Las diferencias con nuestra actual visión del mundo se verá también en otras áreas. Un ejemplo de las nuevas circunstancias ya comienza a notarse en nuestra sociedad. Nuestro letrado pelotudo (Andrés López) nos hace caer en la cuenta que las nuevas generaciones y las venideras son todas bonitas. Nuestros descendientes no sabrán lo que significa ser feo, ni siquiera podrán reconocer a uno. 

Bueno o malo los culpables de esta situación somos nosotros los tatarabuelos de esas generaciones. Resulta que gracias a la actual tecnología digital cualquier fotografía, toma, video hecho en cualquier escenario, por inapropiado que parezca, sufre un proceso de auditoría de tal magnitud que los editores de Hollywood se quedan en pañales. Cualquier fotico tomada como simple recuerdo de una visita, un cumpleaños, un paseo de olla o cualquier evento, sin que importe su categoría, es revisada a profundidad por todos los participantes en la toma. El objetivo de la auditoria fotográfica es asegurar que el fotógrafo, profesional o amateur, pudo capturar los mejores atributos de los fotografiados. De lo contrario, la toma será repetida tantas veces como sea necesario hasta la completa satisfacción de los participantes en el escenario. La cosa no termina aquí, las fotos que pasen la auditoria inicial serán de todas maneras editadas, para optimizar los atributos favorables y ocultar los desfavorables.  

Esta situación no ocurría en los no muy lejanos tiempos de la Kodak. La fotografía se tomaba y así quedaba, no había forma de patalear. En el mejor de los casos, la actual auditoría, que si se hacía, se cumplía a lo sumo 48 horas después del suceso. Eliminar cada fotografía por un ojo mal abierto o una mueca desagradable, capturada a última hora en una foto grupal, resultaba muy complicado. Los costos del material fotográfico y por supuesto lo irrepetible del momento de la toma hacían difícil optar por la eliminación. 

Ahora no, los flacos quieren salir acuerpados y bien simpáticos, las gordas quieren salir flacas y sin papada. De manera que ante la demanda por maquillaje fotográfico, surge la necesidad de una nueva profesión, los fotoplásticos, profesionales capaces de hacer de los poco agraciados un portento de belleza. 

Ellos y sus congéneres los cirujanos plásticos harán desaparecer los registros de fealdad de la faz de la tierra, es solo cuestión de tiempo.