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domingo, 23 de julio de 2017

El conserje

 
Conocí la grafología1 de la mano del padre Octavio Romero. Cursaba el quinto año del bachillerato cuando el nuevo profesor de religión, Octavio, comenzó a sorprendernos durante sus clases. En ellas, el padre hacía comentarios, relacionados con nuestra personalidad, que no podían ser notados por alguien que apenas nos estaba conociendo. Ocurría mientras desarrollábamos las guías; el padre se sentaba, tomaba nuestro cuaderno y con solo mirar las hojas y hacer un par de preguntas, empezaba a descubrir nuestras cuitas. Todos estábamos boquiabiertos. ¿Cómo hacia este señor para saber aspectos de personalidad, sin conocernos?
Hoy, tantos años después, desconozco si el grueso del grupo se enteró de la táctica empleada para hacer sus comentarios. De lo que si estoy seguro es que sus recomendaciones nos llevaron a ser mejores personas y en algunos casos a descubrir uno que otro problemita.
El padre usaba la grafología, combinada con las agudas observaciones propias de la experiencia, para develar algunas características del comportamiento o de la personalidad de sus jóvenes estudiantes.
Utilizando las herramientas mencionadas, el padre Octavio notó que los problemas económicos producían en mí, una preocupación mayor que la observada en otros compañeros.
Al punto de comenzar el último año del Bachillerato, el colegio a través de Octavio, lanzó el último de los salvavidas que ayudó a mi familia con los problemas mencionados. Pues a la media beca concedida por el padre Aguilar, unos años antes, se sumaba el nombramiento en el cargo de conserje del colegio durante los dominicales y festivos.
Aceptar este trabajo, tuvo sus implicaciones. Por ejemplo, la blancura de mi piel no se afectaría por los domingos de playa cancelados de un tajo. En cambio, el domingo de futbol no se afectó. Toda la vida fue por radio y lo siguió siendo por muchos años más. Pero eso poco importaba, lo bueno era recibir un salario mensual básico que además era engordado por los recargos dominicales. Para mi fortuna, la presidencia de Uribe con sus propuestas de eliminar los recargos por dominicales, festivos y horas nocturnas, aún estaba muy lejos del panorama político nacional.
Fue así como durante dos años, el último de bachillerato y los primeros semestres de universidad dispuse, gracias a la grafología y al padre Octavio, de un empleo que generó recursos redentores y también algunas historias que otro día les contaré. 

1.    Grafología: Técnica que estudia las características psicológicas de las personas a través de la forma y los rasgos de su escritura.


martes, 18 de julio de 2017

El hospital San Juan de Dios (La Hortúa)


Entré al Hospital San Juan de Dios de Bogotá con unas expectativas solo comparables con las de un niño entrando a un parque de diversiones. En San Juan se practicaba la mejor medicina que haya visto en todo mi ejercicio profesional. La anterior aseveración no se fundamenta en que tuviéramos los mejores equipos o los mejores insumos o más medicamentos. No, de eso solo había lo necesario. Lo que sobraba, en cambio, era mística, ganas de atender gente, de encontrar diagnósticos, de salvar vidas sin importar el estrato social o la alcurnia. En San Juan no se preguntaba por pólizas, seguros o responsables de la cuenta. Se atendía y ya.” 
Este párrafo, escrito para otra ocasión, captó la atención de mi primera correctora que un tanto incrédula, preguntó si lo referido era cierto. Pensó que se trataba de una trampa más, tendida por la nostalgia, en la cual caen aquellos que escriben sobre el pasado sin tener contradictor. 
La respuesta no se hizo esperar, salió rápido y sin reservas. Claro que es verdad y recordé inmediatamente el caso de un hombre que llegó una noche cualquiera a la urgencia del San Juan. 
Era joven, ingresó, entrada la noche, por un intenso dolor en el costado derecho. Pasó de inmediato al consultorio de medicina interna en donde estaba de turno. Luego de hacer la historia clínica concluí que se trataba de una lesión inflamatoria que comprometía la pleura y había que estudiarlo. Ordené exámenes de laboratorio, radiografía de tórax y un analgésico. Me distraje atendiendo los innumerables pacientes cuando me avisaron que el dolor del paciente aumentaba considerablemente y el analgésico no funcionaba. Encontré muy adolorido y desesperado al hombre de manera que decidí no esperar al camillero. Lo monté en una silla de ruedas y fuimos para radiología de urgencias. Los laboratorios estaban en proceso y faltaba la radiografía. El técnico de rayos X, también ocupado, indicó que lo dejara al lado de la puerta para pasarlo al momento de terminar el estudio que tenía. En San Juan el trabajo sobraba, de manera que me ocupé viendo otros pacientes mientras tomaban la placa. El técnico llegó minutos después con la placa en la mano. Por el dolor tan intenso esperábamos una gran lesión, pero la imagen no decía mucho. Una pequeña opacidad en la base derecha se observaba en la radiografía y punto, el resto normal. El residente de radiología, alertado por el técnico, llegó a dar una mano con el caso. Decidimos hacer una ecografía. El eco mostraba una colección, de poco volumen, en el área de la opacidad vista en la placa. Ese era el problema. Necesitábamos un equipo de mayor resolución de manera que subimos al servicio de radiología del segundo piso.  Montamos a nuestro paciente en su silla de ruedas y llegamos al piso de radiología. El dolor ahora se acompañaba con escalofríos, el paciente se sentía peor. El equipo, de mayor resolución, mostraba la colección de volumen escaso, claramente coincidente con el sitio del dolor. Utilizando una jeringa puncioné la zona con facilidad bajo la visión ecográfica. Un líquido verde, espeso y fétido comenzó a salir sin dificultad. Obtuve unos 10 cc, la pantalla no mostraba colecciones. Al retirar la aguja el dolor disminuyó notoriamente, el hombre se sentía mejor. Regresamos a urgencias, debía ser evaluado por cirugía. 
Cuando los cirujanos evaluaron al paciente el dolor y los escalofríos habían desaparecido. Como la colección fue drenada totalmente decidieron tratamiento con antibióticos sin poner un tubo a tórax. Al despuntar el alba, el paciente estaba hospitalizado en una camilla de urgencias, sin dolor y sin fiebre. Siete días después fue dado de alta con recuperación total y sin tubos. 

Todo lo anterior fue hecho de noche y en pocas horas, sin pedir órdenes, autorizaciones, tarifas, nada. Un mundo irreal a la luz de los conceptos administrativos y financieros que gobiernan la salud actualmente. Viví una época mágica, utópica si se quiere, solo me da lástima saber que mi correctora, hoy empezando medicina, no la podrá vivir.

sábado, 8 de julio de 2017

Los temas


Descubrí, quizás de manera tardía, que disfruto el tiempo que dedico a escribir. Siento la necesidad de escribir como se sienten el deseo de comer o beber. Otra cosa es que al comenzar a escribir y resolver las ganas que se sienten de hacerlo, el producto final sea de mi agrado. 
Porque no se debe o no se puede escribir de todo y tener éxito. Por ejemplo, no me gusta escribir sobre hechos que producen tristeza, desazón o dolor. Si lo que escribo puede generar una lágrima que sea de alegría o de nostalgia, no de rabia o impotencia. Cuando una sonrisa se asoma en la cara de alguno de mis lectores, siento la satisfacción del deber cumplido. Aunque se escuche un poco cursi, quiero que mis lecturas sean refrescantes como una lluvia de verano. 
Pero sigo con lo expuesto anteriormente, tampoco me gusta escribir de temas políticos. La política en Colombia y el mundo ha llegado a tal nivel de polarización que se pierden las amistades, se separan las familias, no se hablan los vecinos. En un insospechado arranque de tontería colectiva estamos regresando a la época de godos y cachiporros1, quizás a los no muy lejanos tiempos de Capuletos y Montescos. Momentos que se creían superados por la cordura que imprime el conocimiento y el recuerdo de las malas experiencias, ahora regresan impulsados por el inexorable péndulo de la historia. 
Santistas, uribistas, del Si o del No, de izquierda o de derecha, todos han caído en la locura colectiva de creer que sus razones son las únicas y verdaderas. Que el conflicto se resuelve con mis tesis, sin considerar las del otro. Imposible resolver un conflicto sin tener en cuenta a todos los actores, por eso no escribo de política. 
Ahora, hay un par de temas que resultan más peligrosos de abordar que el relacionado con la política. No sé si los historiadores han construido un ranking de las causas por las cuales han caído imperios, reinados o gobernantes. Pero si lo hubiese, las peligrosas relaciones afectivas y las tenebrosas manipulaciones religiosas estarían en primer lugar. De tal manera que estos temas quedan eliminados, de un tajo, en este mismo renglón.
Suprimiendo las tristezas, la política, los amores y las religiones los temas para abordar se reducen. Fue por esta razón que al tener ganas de escribir y no encontrar algo reciente para contarles, surgió esta nota.



1.Conservadores y liberales, para los jóvenes lectores