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viernes, 15 de mayo de 2020

La virtualidad

El inicio de un nuevo siglo, de una nueva era, no ocurre simplemente con el cambio en las fechas del calendario. Los hitos, ocurridos durante el camino transitado por la humanidad, son los encargados de marcar el verdadero inicio y final de las etapas de nuestra historia. No cabe ninguna duda que la pandemia producida por el COVID 19 y sus consecuencias, se constituye en el hito marcador del verdadero cierre del siglo XX y del inicio operativo del siglo XXI. Una consecuencia de esta pandemia, convertida en hito modificador de la historia, es el advenimiento forzado de la virtualidad.
En una entrevista reciente la ministra de educación colombiana puntualizó, “la virtualidad llegó para quedarse” Está claro, la virtualidad irrumpió en gran parte de las actividades económicas y cotidianas; entró de lleno en la educación, en la salud, en el comercio, en todo. Sin embargo, ante este hecho que parece inexorable, debo manifestar mis reparos antes de olvidar como era que vivíamos cuando el COVID y la virtualidad eran solo parte de las películas.
Es prudente dejar muy claro que el desarrollo tecnológico tarde o temprano nos llevaría a asumir la virtualidad como un avance en la forma de vida del humano del siglo XXI. Una virtualidad asumida por pasos, pulida, respetuosa de los tiempos del proceso. Pero no, así no fue, la temida pandemia precipitó las cosas para todo y todos. La situación de confinamiento y la necesidad de resolver el problema nos llevó a tener que hacer un uso permanente de la virtualidad. El problema se presenta cuando la premura afecta un aspecto fundamental en todo desarrollo, la gradualidad, esa que permite pulir los defectos, identificar los errores; la que afina, la que da el perfecto acabado.
Hoy, por las circunstancias de todos conocidas, la virtualidad se asumió sobre la marcha, sin saber cómo ni por dónde. Se programan charlas, encuentros, conferencias sin discriminación. Todo se quiere resolver con virtualidad sin haber resuelto previamente aspectos como la disponibilidad de tecnologías. Un alto porcentaje de la población no tiene los elementos tecnológicos o de comunicación necesarios para recibir clases o atender consultas virtuales.
El tiempo de las personas y de las familias tampoco se toma en cuenta; se supone erróneamente que al estar confinados y con algún elemento tecnológico a la mano es fácil programar actividades a horas que sin virtualidad y confinamiento serían totalmente improcedentes. Estar en casa con un computador a la mano no significa que estemos todo el tiempo disponibles para los menesteres electrónicos. Actividades no virtuales como el ejercicio, la lectura, las relaciones familiares, el descanso y muchas otras también requieren tiempo para ejecutarlas y se debe respetar. El equilibrio es importante y necesario, la virtualidad en la vida es un progreso esperado, pero tecnología para tener una “vida virtual” seria la peor consecuencia de esta pandemia.