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sábado, 13 de enero de 2018

Los permisos













No sé si estoy exagerando, pero en este momento, más que nunca, apelo a la solidaridad de género para que ayude a pasar este momento difícil en la vida como padre. Hablo al oído de los padres (padres y madres) que tienen hijos e hijas (en qué momento nos metimos en esto de separar los géneros) en edad de pedir permiso. Si quieren una respuesta a ¿qué es lo más difícil de ser padre? les tengo ya la respuesta, dar permisos.
Las familias viven varias etapas en esto de otorgar permisos que podríamos dividir arbitrariamente así:
Etapa de dominancia parental, en esta los hijos acatan las ordenes de los padres sin protestar. Esta etapa va desde el nacimiento del hijo hasta una fecha no exacta (y en esto no hay nada exacto) que puede ser los siete años. Aprovecho para aclarar, de una vez, que el cumplimiento de las normas en el hogar requiere de cierta disciplina que debe ser impartida por abuelos, padres, hijos y ocasionalmente una tía jodida (nunca un tío) y que todos deben acatar.
Después de los 7 años entramos en la segunda etapa de los permisos. La aprobación en este periodo es frecuentemente denegada por los padres y protestada por los hijos, pero las consecuencias de estas decisiones no son relevantes.
El comienzo de la tercera etapa puede ser relativamente fácil de ubicar, más o menos desde los 15 años de vida de los hijos, tiempo en que usualmente termina la segunda etapa. Lo que no se puede definir, con facilidad, es cuando termina. 
Para mi concepto la tercera etapa es la más compleja. En esta, los permisos son solicitados al padre que con mayor probabilidad otorgue la autorización sin hacer muchas preguntas. Ejemplos, los que quieran, si un hijo varón quiere ir solo, para Santa Marta, con una amiga, el permiso lo pedirá al padre, no a la madre. Si una hija quiere comprar un vestido para una fiesta porque “no tiene nada que ponerse” eso ni siquiera necesita permiso. La madre autoriza la compra va con la niña y compran para las dos.
El problema de los permisos a esta edad es que con frecuencia, los padres no se ponen de acuerdo. En las dos primeras etapas los padres siempre estarán identificados en que hacer o decir. En la tercera, no.
Esta diferencia de concepto a la hora de otorgar los permisos es captada por los hijos y usada en su provecho para lograr la autorización. Frases como: “yo no te pido permiso a ti porque siempre quien toma la decisión es ........”; o, tú eres el 40% de la decisión, logran que el padre afectado por el comentario subestimador, otorgue el permiso sin hacer las consultas necesarias. Claro, cuando el otro miembro de la sociedad conyugal se entera, se arma la de Troya. 
Este tira y afloje va, como les decía, de los 15 años hasta cuando los hijos adquieren su autonomía financiera y comienzan su propia vida. Cuando esto ocurre inicia la etapa de la concertación, en esta época de la vida las decisiones se consultan entre unos y otros, pero cada quien hace lo que le da la gana.
La última etapa de los permisos es la de dominancia filial. En esta los hijos toman las decisiones y los padres acatan sin protestar, como en la primera, pero al revés. Así que no molesten tanto a los hijos con los permisos porque no los llevan a nada en su etapa final de la vida.

miércoles, 3 de enero de 2018

El éxito no se garantiza

Hasta ahora he logrado alejar la política de mis notas, pero esta vez me muevo un poco de esta postura, gracias a un video filmado en Cartagena y a un interesante libro que leo por estos días. Comienzo planteando una situación hipotética en donde vamos a olvidar los hechos recientes de la política nacional y un extranjero nos hace las siguientes preguntas, ¿cuál sería la popularidad de un presidente capaz de desmovilizar a las FARC? ¿Qué daría usted por obtener una paz definitiva para Colombia? La pregunta anterior se puede ampliar preguntando ¿qué estaría dispuesto a sacrificar, usted, para obtener el propósito colectivo?
Las respuestas de los lectores, a estos interrogantes, no me atrevo ni a pensarlas ni mucho menos sugerirlas. Pero estoy seguro que ni tomando la máquina del tiempo de H. G Wells o entrando a los universos paralelos propuestos por Asimov, se habría podido adivinar el resultado que el proceso de paz, con las FARC, produjo sobre el gobierno Santos y su prestigio. Muchas hipótesis, unas más interesantes que otras, tratan de explicar el fracaso del gobierno y la probable caída de este proceso aún después de firmados los acuerdos. Guillermo Perry, ex ministro y hombre muy enterado del panorama nacional planteó tres razones en su columna de El Tiempo. Primero, faltó planeación y coordinación entre las entidades de gobierno para manejar el postconflicto. Segundo, Se utilizó el proceso para dividir al país entre amigos y enemigos del proceso, los del Sí y los del No y finalmente, el presidente se notó más interesado en buscar apoyo y aplausos en la comunidad internacional y descuidó el medio local, que si fue aprovechado por sus contradictores.
Lo cierto es que, sin tomar en cuenta las formas, el presidente que logró desmovilizar al grupo guerrillero más antiguo de América, no lo quieren ni en la casa. Los precandidatos con mayor favoritismo se quieren desmarcar totalmente de lo que tenga que ver con Santos y su herencia. Entonces, no es difícil concluir que estamos a punto de perder los ocho años y todo el esfuerzo invertido en el proceso de paz con las FARC y como consecuencia de lo anterior, tenemos un riesgo elevado de volver a épocas de violencia que por un momento parecían superadas.
Ante este difícil panorama, queda la opción de tomar la máquina del tiempo de Wells para buscar uno de esos universos paralelos en donde la guerra fue superada y Colombia es un país en paz, ¿será posible encontrarlo?