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domingo, 18 de octubre de 2015

La trivializacion del nombre

Una reciente experiencia vivida durante el desarrollo de mí consulta me recordó una característica muy propia de los habitantes del litoral Caribe, la irreverencia. Resulta que al momento de hacer la entrevista me encontré con el muy llamativo y literario nombre de Yocasta. De inmediato me pregunté cómo quedaría un nombre con semejante abolengo bajo los efectos de la implacable costumbre de reducir o cambiar los nombres propia de nuestra idiosincrasia. Para los habitantes del litoral caribe los nombres que tengan más de dos sílabas son reducidos por decreto, de manera que Yocasta se llama Yoca, Yoqui o alguna otra apócope similar capaz de revolcar al pobre Sófocles en su tumba. Las contracciones de los nombres llegan a ser tan familiares y tan usadas que literalmente hacen desaparecer el nombre de pila. Tal es el caso de una compañera de la universidad que cuando fue llamada a lista por su primer nombre, no contestó. Ni recordaba que se llamaba Estebana.
El gran hombre del Caribe, nuestro único premio Nobel se llama Gabriel solo en las portadas de los libros, para todo lo demás y para la posteridad su nombre quedó reducido al popular Gabo, a secas, sin el Gabito propio de otras tierras. Debe anotarse que el diminutivo es menos caribe, más del interior del país, y tiene connotaciones de familiaridad que no son objeto de esta nota. Lo cierto es que un diminutivo en boca de un costeño suena muy falso.
Sin embargo, este afán irreverente de contraer los nombres tiene su valor indiscutido cuando se trata de salvar a una persona bautizada con un nombre alternativo, costumbre que se da silvestre en nuestra tierra. Fruto de las combinaciones más insospechadas se obtienen nombres irrepetibles que llegan a la categoría de impronunciables. A estos “neonombres” lo único que los puede salvar es una contracción fácil que permita olvidar ese momento de locura de unos padres que no sabían cómo llamar a su hijo. Otra forma de salvarse de un nombre complicado o alternativo es con un buen apodo. Los sobrenombres son quizás el mejor producto del ingenio popular y máxima expresión de la irreverencia. Famosos apodos del futbol son recordados en Barranquilla: “Pelo’eburra”, “El Boricua” Zárate, “El Caimán” Sánchez.

Los buenos apodos no se recortan, se dicen completos casi que deletreando las sílabas de manera que el personaje quede bien identificado, marcado de por vida y con su nombre probablemente olvidado.

Las tentaciones tecnológicas

Desde hace mucho tiempo no tenía tantos sentimientos encontrados, tantas preguntas sin respuesta, tantas incertidumbres. Siempre he sido un defensor a ultranza del trabajo duro, defiendo el precepto de que estudiar y esforzarse es la mejor manera de llegar al éxito. Así mismo también profeso la religión del deporte. Todo aquel que practique un deporte está liberado de muchos problemas. Se desarrolla una disciplina que posteriormente es aplicable a cualquier otro campo de la vida, sin mencionar los muy conocidos beneficios que en materia de salud tiene practicar cualquier disciplina deportiva. 
Entonces cuáles son las preocupaciones que llevaron al preámbulo de esta nota?
El cuento viene a que el ser humano de hoy y en particular los jóvenes, tienen a su disposición toda clase de tecnologías que pueden llevar a distraer los aspectos fundamentales de una buena formación física y mental.
No estoy en contra del desarrollo, ni más faltaba, está muy claro que los adelantos tecnológicos disponibles facilitan de manera notable el acceso a la información y el proceso educativo. Todavía recuerdo el periplo que debía realizar para obtener el último artículo disponible de la revista médica más importante, podía gastar toda una tarde para leer el artículo de la revista publicada tres meses antes. Hoy, a la distancia de un clic puedo leer el artículo publicado el mismo día, las posibilidades son ilimitadas. Sin embargo, esa facilidad es también el problema. Con el mismo clic que se abre un artículo para estudiar, se abre Netflix, Directv, Cuevana, YouTube, Facebook, Instagram, Snapchat, juegos de todos los tipos y todo eso sin mencionar las páginas triple XXX que según las estadísticas son muy frecuentadas. 
Con todas esas posibilidades a qué hora un joven de hoy puede sentarse a estudiar sin ser distraído. A qué hora se saca tiempo para practicar algún deporte si puede llegar a ser más divertido ver una buena película por Netflix o Cuevana o jugar uno de los muy bien logrados videojuegos. Las tentaciones disponibles gracias a los adelantos tecnológicos son demasiadas.  Mi nonagenaria tía Magola se sorprendía alguna vez por todas las posibilidades que deparan las tecnologías actuales, decía que parecían hechas por el demonio. A veces me pregunto si tendrá razón la tía.  

viernes, 16 de octubre de 2015

El nuevo perchero

El concepto que traigo a cuento no creo haberlo leído ni en Portafolio ni en La Republica, prestigiosos diarios económicos del país. Tampoco es producto de experiencias presentadas por algún grupo de economistas reunidos en Davos o en Cartagena. 
La afirmación, derivada de analizar el comportamiento económico de familias del común, aporta los argumentos necesarios para demostrar que buena parte de la economía mundial se apoya en las compras innecesarias que hacen las familias. Fíjense que no hablo de géneros, tampoco de edades ni de los molestos estratos sociales. El tema no se aplica a los conocidos clichés de que las mujeres son las que más compran, no señor, a la hora de comprar pendejadas, artículos inútiles o planes para tal o cual cosa todos en la familia están implicados, es decir son culpables por acción o por omisión. 
Pongamos unos ejemplos usuales para demostrar lo planteado. Seguramente muchos de ustedes han caído en la tentación de comprar una semana compartida en tal o cual cadena hotelera. Los caídos en la trampa habrán utilizado un par de veces los servicios mientras que anualmente se paga la cuota y lo más grave, no hay a quien vendérsela. 
Muchas familias guardan en sus anaqueles artículos comprados en un arrebato de la peligrosa frase: "Usted lo puede hacer" repetida en todos los programas de televentas. Aparatos para pintar las casas, taladros, picadores eléctricos, traperos mágicos, cuchillos que cortan el acero, ollas especiales para hacer tal o cual plato compradas en un arranque de optimismo e ilusión culinaria y que nunca se vuelven a usar. 
Finalmente, la prueba reina de las compras inútiles, los nuevos percheros, los hay de todos los precios y especificaciones, eléctricos y digitales, con chips integrados para hacer toda clase de mediciones. En mi cuarto tengo uno, no sólo sirve como perchero, también sirve para secar toallas y en ocasiones para lo que originalmente fueron comprados, hacer ejercicios.   El final de esos aparatos va de acuerdo con el tamaño de la máquina y el inmueble en donde usted habite. Terminan debajo de una cama, olvidados en un clóset o convertidos en un costoso perchero.  
Lo triste del caso es que pese a notas como esta o a los consejos de asesores financieros o simplemente a la recomendación de un amigo que vivió la experiencia, las familias continúan comprando artículos inútiles que perjudican el presupuesto familiar pero paradójicamente fortalecen la economía mundial.  

lunes, 12 de octubre de 2015

El Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Hace unos días, al contar que el partido contra el Perú fue difícil, recordé que el seleccionado peruano siempre ha sido complicado para Colombia. Uno de esos partidos que debían quedar para el olvido fue el disputado durante las eliminatorias de Francia 98, un 30 de abril de 1997. Por dos razones no olvido aquella calurosa noche, cuando los peruanos se alzaron con la victoria en el Metropolitano y mis colegas reumatólogos conocieron una faceta de mi pasión por el futbol. La primera razón es que para esos días retornaba a Barranquilla luego de terminar el entrenamiento en la Universidad Nacional de Colombia. Me encontraba en la difícil circunstancia de buscar empleo y viviendo las consecuencias de no tenerlo. Con lo cual no es difícil concluir que las posibilidades de entrar al estadio por vía del presupuesto eran nulas. La segunda razón fue la que me permitió ir al estadio y recordar ese encuentro. 
Resulta que un destacado grupo de reumatólogos del país, encabezado por el entonces presidente de la Asociación Dr. Luis Alberto Ramirez y mis profesores fueron invitados a Barranquilla a ver el partido. Mis profesores, conocedores del gusto que siento por el fútbol, hablaron con los organizadores para invitarme. El solo anuncio produjo en mi corazon los sentimientos más contradictorios. Sin dudas mi mayor anhelo era estar en el estadio, pero asistir con la crema y nata de la Asociación de Reumatologia significaba pasar del anonimato al desprestigio en cuestión de segundos. La razón de esta afirmación se debe a que fuera del estadio soy un tipo relativamente tranquilo pero en la tribuna, puede ocurrir la transformación descrita por Stevenson en el cuento del Dr. Jekyll y Mr Hayde. El cambio es absoluto, grito, miento madres, digo barbaridades soy otro. No me podía dar el lujo de mostrar esa horrible faceta delante de mis nuevos colegas y menos de los profesores. Pero una llamada del hotel Royal, lugar en dónde estaba hospedado el grupo de reumatólogos definió la situación. Me tenían boleta y camiseta, imposible rehusarse.
Llegué a ese estadio haciendo gala de mi mayor silencio. Mientras Perú jugaba bien y Colombia lo hacía con altibajos yo evitaba ver para no despertar al monstruo. Promediando el segundo tiempo el árbitro pitó una falta inexistente, Mr. Hyde no se hizo esperar, un madrazo de proporciones apocalípticas retumbó en la platea de occidental numerada, con tal intensidad que todos quedaron mudos, impávidos, mis colegas descubrían una faceta del hincha insospechada. Para terminar de completar, un mal rechazo de Mondragón es aprovechado por Pereda que remata a puerta con libertad y gol de Perú. Los gritos e improperios no sirvieron, Colombia no levantó cabeza, el partido terminó con una derrota justa que todos olvidaron menos mis colegas y yo al conocer al nuevo Dr. Jekyll.

Llegaron las eliminatorias

Para el fútbol no hay descanso, todavía no queda claro si el gol de Yepes contra Brasil fue lícito o fue anulado para salvar el pellejo de una selección anfitriona sin las cualidades esperadas para sostener un mundial controvertido por donde se mire. Todavía tenemos en la retina el pálido desempeño de nuestra selección en la copa América de este año. Falcao, James y compañía con chispazos de buen fútbol, pero sin la efervescencia del mundial, fueron inferiores para propios y extraños. De otra parte, apenas nos estamos familiarizando con el despegue de los torneos internacionales. Con la participación del mayor número de jugadores colombianos en equipos de alto rendimiento en la historia de nuestro fútbol, esta temporada nos hace estar pendientes de las programaciones televisivas lo que hace difícil salir de casa un fin de semana.
Hago todo este recuento de hechos recientes porque aunque parezca mentira ya empezó la eliminatoria para el mundial ruso del 2018. El fútbol y la FIFA no paran, el negocio es tan bueno que no hay manera de frenarlo. Voy más allá, la percepción es que nadie quiere parar. Ni los jugadores que en otras épocas se quejaban por la falta de descanso debido a los innumerables compromisos deportivos, hoy se escuchan protestar. La verdad es que para los fanáticos del fútbol no hay nada más aburrido que los fines de semana de diciembre y enero en donde lo único que hay relacionado con deportes son refritos de lo ocurrido durante el año, maratones y corridas de toros. La falta de temporada de fútbol, baloncesto, béisbol hacen que una tarde de sábado o domingo sin transmisión deportiva sea más larga que una semana sin carne.
Lo cierto es que la eliminatoria comenzó y ya jugamos el primer partido. Perú parecía un rival fácil, pero el transcurso del partido mostró otra cosa, ganamos con dificultad. Se notó la falta de James y se confirmó que Falcao no está listo. Ahora viene Uruguay, equipo de respeto aunque no jueguen Cavany ni el mordelón de lucho Suarez. La primera fecha dejó para algunos sorpresas que con seguridad se seguirán presentando. Hoy todos los equipos quieren ganar y llegar al fútbol de élite para ganar en dólares o euros.
De manera que pese a las artimañas y dudosos manejos de los directivos de la FIFA hay que aprovechar que tenemos eliminatorias para ver y disfrutar ojala con buen fútbol.