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domingo, 11 de agosto de 2019

Doña Ceny



La partida de un ser querido produce en los deudos manifestaciones múltiples. La partida de mi papá no me dejo pensar en nada. En cambio, cuando partieron la tía Mago y el tío Enrique tuve ánimos para hacer una nota reflejando el sentimiento que su deceso me producía. Hoy estoy en la misma circunstancia, mi corazón se aflige por la partida de otro ser querido. Se fue doña Cenira Torres, la madre de Piter mi hermano del alma. He decido tomar mi celular y escribir una nota sobre la “tía” Cenira como una forma de paliar el dolor que me produce su partida.
Conocí a Doña Ceny hace más años de los que siento que han pasado. Llegó con su familia trasladada de Medellín para radicarse nuevamente en Barranquilla, su ciudad natal. Aunque no vivió mucho tiempo en Medellín si conoció y acogió rápidamente la esencia de los paisas. Muchas veces doña Ceny me contó cómo había aprendido muchas cosas de la vida en Antioquia. La forma de ser y de ver la vida al estilo paisa fue amalgamada perfectamente con su personalidad de mujer costeña convirtiéndose en una señora emprendedora, altiva, decidida, colaboradora, intuitiva, pendiente de todo y de todos. Siempre con la palabra correcta y el consejo adecuado. Los vaivenes de la vida le dieron a doña Ceny la experiencia suficiente para convertirse en una consejera buena y desinteresada, siempre atenta a colaborar con todo aquel que se le acercara para preguntar alguna cosa.
Por esta y otras razones su casa acogió a todo el que llegó siempre con alegría y desinterés, nosotros los compañeros de Piter entrábamos como si fuera nuestro hogar. Fue tal la amistad que forjamos sus hijos y yo que Ceny se convirtió en otra de mis tías. De igual forma ocurría con los compañeros de Henry y después de Karen. Muchos nos conocimos en casa de Cenira, no en la universidad. Alguna vez le conté a uno de mis hijos que siempre tuve el anhelo de que mi casa fuera como era la casa de la familia Lopierre Torres en la época universitaria, abierta, sana, sin prejuicios, con música, comida y acogedora. En la casa de doña Cenira pasaron todas las cosas divertidas de nuestra época universitaria.
No me sirvió escribir para paliar el dolor, sigo llorando la partida de doña Cenira. Que vaina tía Ceny, quiero escribir mas cosas de ti pero las lagrimas no me dejan, que vaina…

Moda y clima


Recientemente descubrí el gusto por conocer la cotidianidad de los tiempos pasados. Quiero entender el discurrir de la vida en los años anteriores a nuestra cómoda actualidad llena de infinidad de tecnologías y facilidades. Hace solo unos días, mientras veía un documental con fotos de la vieja Barranquilla, noté la indumentaria de las personas que en ellas aparecían. Fotografías panorámicas, obtenidas en zonas populosas como el paseo Bolívar, parecían tomadas para propaganda de alguna prestigiosa marca de ropa para hombre. En todas ellas se nota como la gran mayoría de los hombres visten de “punta en blanco” a pesar del conocido clima de nuestra región. Me imagino que también en esa época se aplicaba aquel aforismo que dice “La moda no incomoda” pero de todas maneras ¿cómo hacían para tolerar la temperatura con esa moda?  
Desde que me encontré esos registros fotográficos tenía esa pregunta en remojo para formulársela a una persona idónea. Ese momento llegó hace unos días cuando tuve la oportunidad de sentarme a conversar con dos personajes que comparten unos dones extraordinarios para nosotros los admiradores de la historia. Alfredo Bernal y Freddy Torres tienen dos atributos necesarios para resolver mis preocupaciones producidas por las fotografías. Primero, la edad necesaria para haber vivido la época y segundo una memoria prodigiosa que acompañan con anécdotas de la época siempre agradables de escuchar.
Al punto de mi pregunta sobre la vestimenta de la época mis interlocutores contestaron que en esa época todos, aun los mas jóvenes, se vestían con traje de lino blanco y corbata de color oscuro acompañado del tradicional sombrero de tartarita. Las fiestas se producían en las casas y en las calles polvorosas de la ciudad pues no existían los lugares para hacer eventos de hoy. Ahora, por mucho que los trajes fueran de lino ¿cómo hacían para soportar el calor con esa indumentaria?,
El señor Bernal pensó un poco la pregunta, pero respondió con tal seguridad que me convenció con su argumento. En aquella época la penetración del cemento, gran acumulador de calor era escasa. La mayoría de las casas eran construidas con el fresco bahareque y techo de paja, las calles no tenían pavimento, había muchos árboles y la cercana brisa de la rivera lograban un clima mas agradable al interior de los recintos y una temperatura en la ciudad más reducida que la actual.
Contestadas mis preguntas iniciales, surgieron otras también interesantes, pero por no disponer de espacio, después las cuento, chao.