Translate

sábado, 19 de noviembre de 2016

Elecciones en USA


Llegué a Washington un par de días antes de las elecciones del 8 de noviembre. Nunca había pisado suelo norteamericano en época de elecciones, de manera que llevaba toda la expectativa posible. La primera impresión que tuve y que aún conservo fue que la rivalidad observada entre los candidatos, no se reflejaba en el ánimo del común de la gente. En todo el recorrido del aeropuerto al hotel y en los que hice posteriormente no vi un solo indicio de campaña electoral de uno o de otro bando. La contienda estaba reservada solo para la gran carpa y tal vez en los sitios de campaña, pero en la calle, no.
Una situación que pude detectar de primera mano es la presencia del llamado voto vergonzante. Pude notar como las personas no querían decir por cual candidato habían votado. Inclusive después de confirmada la victoria hotelera, sus votantes se resistían a confesar su preferencia por el hombre de la lengua suelta y el copete rubio.
Lo cierto es que Hilary perdió, ganando en el voto popular y Trump ganó en el voto de los representantes electorales. Difícil pero previsible situación. Como pocas veces en la historia, cada candidato tenía la oportunidad de enfrentar al peor contrincante posible y ganar sin mayor esfuerzo. Hilary se dedicó todo el tiempo a decir lo que tocaba. Trump, mientras tanto, centró su discurso en apoyar los temas que le interesan al grueso del pueblo americano blanco. Bajar impuestos, acabar con la inmigración, restringir el libre comercio y otras medidas que con toda seguridad no podrán ser llevadas a cabo; porque ese intangible llamado el establecimiento no se lo permitirá.
Escuchando los temores, expresados por los medios, con relación a las propuestas de Trump me acordé de mis épocas mozas cuando debatía las ejecutorias de la mesa directiva de la ANIR. El sindicato de internos y residentes sostenido gracias al apoyo de la Universidad Nacional y su ánimo pluralista. Aunque la realidad era que ese sindicato no tenía ningún futuro, para nosotros tenía sentido y lo defendíamos. Pese a ser egresado de una universidad privada, aprendí rápido los modos y arengas de las públicas. Rápidamente fui tomado en cuenta, mis apreciaciones similares a las de Trump en el sentido de querer hacer lo que la galería pedía, resultaban atractivas.
Los resultados fueron positivos, salí elegido en la mesa directiva para el periodo de 1994. Hicimos hasta lo imposible por cumplir las promesas de campaña. Pero como era de esperarse, pocas cosas se concretaron. El establecimiento se salió con la suya y todo siguió igual.
La historia se está escribiendo, en unos años conoceremos el ganador del pulso entre las ideas ultraderechistas de Trump y el consolidado pero intangible Establecimiento.


lunes, 7 de noviembre de 2016

Kalimán en Estambul

El anuncio cayó como un baldado de agua, tibia. El encuentro de investigadores se movía para Estambul por problemas de logística en la ciudad inicialmente programada. Estambul, Bizancio, Constantinopla, tres nombres distintos y una ciudad verdadera. Conocer la meca de la historia, el punto de encuentro de las culturas que dominaron el mundo. Hasta ese momento el conocimiento que tenía de Estambul se basaba en lo aprendido en el colegio y lo vivido mientras escuchaba la radionovela Kalimán. Ambas situaciones muy lejos de la realidad del actual mundo árabe.
No pude evitar recordar los tiempos de la radionovela. Me sentaba en el piso, con la cabeza puesta en el regazo de mi madre, escuchando atentamente la voz ligeramente ronca, con tono de suspenso, que Esther Sarmiento de Correa imprimía al leer las aventuras de la radionovela que marcó una época en la historia de la radio en Colombia. "Serenidad y paciencia, Solin" decía Gaspar Ospina a su atribulado compañero de aventuras, personificado por Erika Krun. En la novela, oscuros personajes, casi siempre provenientes del Medio Oriente, trataban de acabar con Kalimán, el único ser capaz de oponerse a sus fechorías. No puedo negar que escuchaba la radionovela porque la familia lo hacía. A mi corta edad la historia y el dramatismo impuesto por los actores me producían temor.
En cambio, no sentí ningún temor por algunas recomendaciones hechas previas al viaje. Estas se referían al cuidado que debía tener con el usual hurto callejero. Hice caso omiso a las recomendaciones y partimos para la ciudad que literalmente parte la historia en dos. Acompañado por buenos amigos y con un programa de lujo, la visita a la capital natural del oriente prometía ser inolvidable.
Y resultó inolvidable, por la belleza histórica de la ciudad, por lo impresionante que resulta ser el Bósforo, por la buena atención y por lo bien que se cumplen los pronósticos. Nos dijeron que estuviéramos atentos, que pilas con los "paquetes chilenos" o mejor "paquete turco", que ojo a los cambios de billetes. De nada sirvió, la habilidad de esos tipos es única. En un taxi me cambiaron, sin que lo notara, un billete de 50 liras por uno de 5 y fuera de eso cancelé la carrera. Casi caigo en la trampa de un lustra botas y su cepillo de lustrar. Mejor dicho, me tumbaron, de manera que para la próxima invitación a Estambul voy con Kalimán.