Desde hace algunos días he caído en
la cuenta de que el inexorable paso del tiempo me trajo el envejecimiento.
Cuando niños anhelamos que el inefable tiempo avance rápido, para abandonar la
edad de los permisos. Los de cuatro quieren tener ocho para obtener la licencia
de subir a los juegos más extremos, los de ocho quieren tener doce para poder
ir a películas de los de quince y los de quince quieren tener 18 para entrar a
los bares. Los primeros y escasos años de la juventud se nos van en querer
llegar a ser adultos.
Llegamos a la edad adulta, la etapa
más larga de la vida, terminando de estructurar una carrera y empezando a
organizar una familia. Los dos productos por los que seremos llamados a
calificar servicios al final de los días. La importancia de esos productos,
familia y carrera, requieren de todo el tiempo posible. Hacer un prestigio en
la profesión escogida, cualquiera que ella sea, requiere de tiempo y sacrificio.
Ese prestigio bien ganado, también con el tiempo, permitirá, quizás, organizar
y criar bien a una familia que ocupará todo el tiempo restante. Es en ese
momento en el que té debates entre cuidar y ver crecer a la familia y mantener
un buen prestigio profesional cuando te ves en el espejo y oh sorpresa, ves a
tu papá. ¿Hola viejo, cuando llegaste?
No, no es el viejo Cami, soy yo.
A qué horas me salieron esas canas, a
qué hora me salieron esas arrugas. El inexorable paso del tiempo me trajo el
envejecimiento. La etapa más larga de la vida se fue como agua entre las manos.
Allá, en la intimidad del baño,
viendo a mi papá en el espejo, ¿me pregunté en qué momento pasó todo ese tiempo?
El problema es que a esa pregunta para la cual tengo una clara respuesta, me
surgió otra. ¿Cuánto tiempo me queda?
Cuando joven se gasta y quizás se
pierde tiempo. Ahora, no tengo tiempo para gastar, ahora tengo poco para invertir.
Los cincuenta es la edad del darse
cuenta, la juventud se acaba y la vejez llega, en ¿qué invertir el tiempo?
Lejos de acongojarme por la evidencia,
lo que me siento es feliz. Primero, mis dos productos, familia y carrera,
aunque no totalmente terminados ya se pueden presentar.
Segundo, tengo tantas cosas divertidas
para hacer, en este tiempo, que no voy a poder darme cuenta, otra vez, que llegué
a viejo.