Agradecimientos entonces para la Dra. Melendez que me recordó algunas de las golosinas que se podían encontrar en las puertas de un colegio. Algodón de dulce, arropillas, panelistas de leche, bolitas de coco y pirulís eran los dulces que con mayor frecuencia se podían encontrar en la puerta de un colegio.
Comienzo la remembranza con los pegajosos hilos rosados o azules del algodón de azúcar, estos en realidad era más fácil encontrarlos en las ciudades de hierro, junto a unas manzanas rojas caramelizadas. La preparación de este algodón de dulce requiere de una máquina que centrifuga azúcar teñida con colorantes y derretida por calor. Las fibras de azúcar derretida son capturadas girando un palito de madera que luego se empaca en una bolsa plástica transparente. Total, azúcar pura derretida, todo un garrotazo para el metabolismo de los glúcidos, antes no hay mas diabéticos.
Tan dulces como el algodón de azúcar son las conservitas de leche y otros sabores. Los de marca Celis, santandereanos, eran de rechupete no acierto a decir cuál de todas esas variedades era la más sabrosa. Obviamente en la puerta de los colegios se obtenían conservitas de calidad inferior, todas ellas cubiertas con azúcar pulverizada, que el paladar infantil toleraba sin problemas.
La consistencia cauchosa de la arropilla con su delicioso sabor a panela es otro manjar que todavía se consigue en las calles quilleras envueltas en papeles de colores. La arropilla o melcocha es una preparación de panela derretida en agua con un toque de mantequilla y ralladura de limón. Una vez derretida la panela se amasa hasta obtener el punto de la preparación. En la universidad del Norte eran famosas las arropillas vendidas por Minga.
Azúcar derretida en agua y fuego con saborizantes producen algunos dulces tradicionales. La bolita de coco resulta de mezclar azúcar a punto de caramelo con coco. El pirulí a su vez, resulta de mezclar el mismo caramelo de azúcar con saborizantes de colores vivos. El resultado es un cono largo de colores, usualmente rojo y verde, con un palito en la base del cono como soporte.
A propósito del pirulí y sus vivos colores, jamás podré olvidar la respuesta que Apolinar Theran, el viejo Apo, le dio al profesor de gimnasia, José Deyongh, cuando este último lo reprendía por no tener un uniforme de deportes completamente blanco. Con el repentismo característico de nuestro Caribe, Apolinar respondió al regaño con una frase que desafortunadamente solo entenderán mis condiscípulos del San José: que va si usted parece un pirulí.