El primero de noviembre del 2016, a las 6:19 am, tomé el bloc de notas
y empecé a escribir sobre un tema que desde hacía varios años llamaba mi
atención. Esto fue lo que a esa hora de la mañana anoté como abrebocas del
tema:
“Las acepciones número 1 y 3 del verbo prever y sus sinónimos están
a punto de desaparecer. ¿A qué me refiero? No vayan a creer que no tengo tema
para contarles y salgo con cualquier pavada. No, la cosa es en serio.
Primero veamos las acepciones del verbo prever en el diccionario de
la Real Academia de la Lengua Española:
1. Ver con anticipación.
2. Conocer, conjeturar por algunas señales o indicios lo que ha de
suceder.
3. Disponer o preparar medios contra futuras contingencias.
Ahora sí, el cuento. Resulta que, con la inmediatez de las comunicaciones
modernas y la eficiencia de las redes de servicios, ya nadie prevé o dispone
las cosas con anticipación para tal o cual situación. A los jefes y por ahí
derecho a todo el mundo, les parece normalísimo poner un mensaje de texto o un
correo electrónico a sus subalternos o a quien le plazca sin considerar la
hora.
Si el jefe necesita, un domingo por la noche para amanecer festivo,
un dato para una presentación que está preparando, no tiene ningún
inconveniente en pasar un correo electrónico pidiendo a sus subalternos que se
lo tengan a primera hora.
El problema es que esta práctica se populariza. Poco se prevé, no se
anticipan los contratiempos o se toman contingencias. Si algo hace falta o
falla, se toma el celular y se llama a alguien no importa la hora.”
Aquí llevaba la nota contra las llamadas o mensajes a deshoras. La
había dejado así, esperando algo que justificara su ampliación.
Dos hechos ocurridos en los últimos días precipitaron la conclusión
de la nota sobre la impertinencia de los jefes y de la gente en general, al
enviar mensajes a horas inadecuadas.
El primero: el estado francés reconoce a los trabajadores de
ese país el derecho a no ser contactados por sus empleadores después de
concluida la jornada laboral. Viva Francia, fuera con el muy gringo
"always on", el tiempo libre y de descanso se respeta.
El segundo ocurrió anoche, a la 1:19 de la mañana. Preparando un
capítulo para entregar dentro de pocos días, encontré un artículo importante,
pero de difícil acceso. Recordé a mi residente, hábil en conseguir estos
documentos y le puse en WhatsApp un puntico para ver si estaba de turno o
despierto, igual que yo.
Después de puesto el punto me acordé de la nota, la diatriba contra
los jefes o superiores que sin escrúpulos ponen a trabajar a sus subalternos a
deshoras.
Había que presentar disculpas y por eso salió esta nota.