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miércoles, 19 de agosto de 2020

Enredo homónimo

Una noche cualquiera de esta ya larga y aburrida cuarentena encontré un particular mensaje enviado a través de Facebook. Solo utilizo esta red social para publicar mis ocasionales notas, de manera que los mensajes recibidos por esta vía con frecuencia pasan desapercibidos. Este mensaje tenía fecha del 7 de agosto y estaba firmado por Carlos Martínez. El texto llamó mi atención de inmediato. Escrito en dos idiomas español e inglés, el mensaje contestaba un reto formulado por German Pérez al autor Carlos Martínez. El reto, impuesto a Martínez, consistía en publicar las 10 portadas de los libros que marcaron sus lecturas. El autor del mensaje acepta el reto y de paso hace una invitación al elocuente escritor Dr. Elias Forero para que presente su selección de portadas.
La invitación ocupó por muchas razones todos mis sentidos inmediatamente. No tenía el menor contacto personal con Carlos Martínez desde hace varios años. Había trabajado con él en la desaparecida clínica Saludcoop, en donde tuvimos el contacto usual entre colegas y por supuesto no tomé nota de sus gustos literarios. El otro personaje que hace parte del texto es German Pérez. German es un cardiólogo amigo, compañero desde la época universitaria y con quien no converso desde hace varios meses. No sabía que Carlos y German compartían el hábito de la lectura y mucho menos que me consideraran, al menos Carlos, un “elocuente” escritor.
De todas maneras, el reto me pareció Interesante razón por la cual decidí contestar el mensaje dejado por el doctor Martínez.
“Carlos me pones en una situación difícil, contestaré con una crónica”
Mi corta respuesta fue contestada con una inmediatez inusual en nuestro medio.
“Lo sé nada de presión aquí”
No había prisa en contestar, pensé.
Al momento en que se producía este intercambio de mensajes, hice lo que debí hacer desde el principio, revisar el perfil de Carlos Martínez. Aunque la foto no tiene la resolución suficiente para definir de quien se trata, claramente la fotografía del perfil de FB no correspondía con la imagen que yo recordaba del compañero de trabajo en aquella clínica, hoy cerrada por los líos de Carlos Palacino.
La sorpresa fue mayor al leer los datos del perfil de quien enviaba el mensaje de marras. Como era de esperarse, el autor del mensaje no tiene nada que ver con el ginecólogo que me acompaño en aquella primera y última experiencia en la medicina administrativa. Este doctor trabaja en la universidad de Michigan y vive en Ann Arbor Estados Unidos.
En medio de mi asombro recordé inmediatamente a un homónimo del ginecólogo. Carlos Helí Martínez fue uno de los magníficos docentes que hicieron parte de mi formación en la Universidad Nacional durante el primer año de especialidad. El Dr. Carlos Helí era un tipo brillante había terminado neumología, hacia turnos de medicina interna en el San Juan de Dios y se había presentado para estudiar cardiología. Fue un docente excelente pero nunca llegamos a conversar sobre, en ese entonces, mis insospechados devaneos con la literatura. Un par de clics en las fotos del perfil confirmaron mis sospechas. El mensaje del 7 de agosto fue escrito por aquel buen docente de la Nacional y de quien no tenía noticia desde hace mas de 20 años. Descubrir que el Carlos Martínez, autor del mensaje, no era el personaje inicialmente pensado solo produjo una mayor confusión en mis ideas. Entonces me pregunté ¿quién es el German Pérez que le propone el reto a Carlos Helí?
Afortunadamente todavía no me golpea la senectud y tengo fresco en la memoria al personaje. German Pérez no es el cardiólogo sabanero amigo de la Porto Azul. El doctor Pérez del mensaje debe ser un profesor de Neurología, muy recordado por todos los residentes de la época por ser un docente bastante exigente. Este Dr. Pérez fue maestro de Carlos Helí en el San Juan de Dios. Hasta aquí tenía la mitad del dilema resuelto y seguramente estaba cerca del otro personaje, pero… Si el ginecólogo es en realidad neumólogo y el cardiólogo es probablemente un neurólogo, entonces ¿Quién es el elocuente literato Elias Forero?
Esta claro que no soy yo, Carlos Helí Martínez no cruza palabras conmigo desde hace 20 años, por tanto, no tiene ni idea de mis tardías y banales inclinaciones literarias.  ¿Quién podría ser el otro Elias Forero?
Haciendo memoria recordé a Elias Alfonso Forero, un médico que empezó su residencia en Medicina Interna en el complejo hospitalario del San Juan de Dios el año en que yo terminaba mi entrenamiento en reumatología. Este tocayo es hoy un prestigiosísimo gastroenterólogo residente en la ciudad de Bogotá que, además, estudió psicología y epidemiología según encontré en su página Web. ¿Será este el “Elias Forero” al que se refiere el doctor Helí? Puede ser, sin embargo, ser un buen gastro, psicólogo y epidemiólogo no lo convierte en “elocuente escritor”
En fin, este es un misterio más producido por los homónimos en las redes sociales. Hasta la fecha el Dr. Martínez gringo, no contesta un mensaje enviado con el objetivo de develar el enigma. Su silencio parece confirmar que no soy el doctor Elias Forero del mensaje inicial, por esta razón tomaré como tarea escribir este confuso episodio de homonimia para ver si de verdad, me convierto en un “elocuente literato” 

domingo, 16 de agosto de 2020

El sentido del tacto

Durante estos meses de pandemia, la tecnología ha servido para mitigar las restricciones impuestas para evitar el contagio viral. El rápido crecimiento de la virtualidad nos ha permitido, gracias a los sentidos de la visión y la audición, mantener el contacto social y laboral necesario para sostener el “statu quo” de “nuestra pobre humanidad agobiada y doliente”. Con los elementos tecnológicos disponibles podemos, desde el seguro y resguardado hogar, ver y oír a los familiares y amigos localizados fuera del ámbito hogareño y mantener en algunos casos la actividad laboral. La virtualidad se usa para todo, tramites bancarios, festejar cumpleaños, participar en misas de difuntos, bodas, reuniones laborales, hasta deportes se pueden practicar, casi todo se puede hacer virtualmente.

Sin embargo, algo hace falta para comunicarse de manera adecuada y total. No es suficiente con enviar mensajes cargados de muchos decibeles audibles en toda la comarca. Tampoco basta con enviar imágenes de altísima resolución visibles desde cualquier ángulo. Los sobrevalorados sentidos de la visión y audición se quedan cortos cuando se trata de tener una comunicación completa.  

La comunicación visual o auditiva se consolida con un sentido un poco menos valorado, pero tan importante como los otros cinco. La comunicación efectiva se concreta con el sentido del tacto. Este sentido se produce por el estímulo de unos importantes receptores localizados en nuestro órgano mas grande, la piel. Unas manos que se estrechan de manera vigorosa con un seguro cruce de miradas confirman un buen convenio. Un abrazo en donde se perciben las formas y el calor de la otra persona, aseguran que hay afecto entre los que se abrazan; el contacto rápido y coqueto de las mejillas acompañado de una sonrisa cómplice, auguran un próximo encuentro o un beso húmedo y profundo garantizan una relación más intensa en los próximos minutos. No lo duden, el sentido del tacto sella y da el aval a la comunicación visual y auditiva. Tacto, eso es lo que le falta a la virtualidad para ser perfecta. 



domingo, 2 de agosto de 2020

Gracias por estar ahí...



Gracias por estar ahí. Una vez mas la partida de otro ser querido, me obligan a encontrar esta frase que quisiera, al menos en estos términos, nunca volver a leer o a escuchar y mucho menos expresar.  

Sin embargo, una breve reflexión sobre las circunstancias usualmente dolorosas en donde se recurre a ella me lleva a concluir que debo dar gracias a la vida por haber tenido la oportunidad de expresar esta corta frase que dice más de lo que sus cuatro palabras encierran. Gracias por estar ahí dice tanto de quien la expresa como de quien la recibe. Cuando manifestamos esta frase se experimenta un sentimiento que supera lo físico. La persona que está ahí llena un vacío aún sin la palabra, sin un abrazo, aún sin la presencia física. Para estar ahí no hay que hacer nada notable, aquel que está ahí lo hace con su presencia espiritual, no física. Aquel que está ahí ya estuvo y probablemente siempre estará allí

También, quizás no con la misma frecuencia que en las anteriores circunstancias mis oídos fueron recompensados con un “gracias por estar ahí”. Cuando la recibimos se percibe el verdadero sentimiento del deber cumplido, entendemos que hemos dejado nuestra huella.

Estar ahí resume entonces un sentimiento de compañía profunda, de hermandad entrañable que por su presencia logra servir de bálsamo para la pena que nos aflige.

Este corto texto va dedicado a todos los amigos entrañables porque sé que siempre están ahí y para los que espero siempre estar ahí.