Terminado el
reciente encuentro entre Colombia y Paraguay, por las eliminatorias a Rusia
2018, expresé mi decepción por la pésima presentación del equipo con un
lacónico mensaje de dos palabras, dejado en la cuenta de Twitter, “sin
comentarios”.
Sin
comentarios porque los errores del técnico Pekerman, de James y del infalible
Ospina fueron tan notorios que no era necesario escuchar la perorata de los
comentaristas deportivos. No había nada que comentar, perdimos por errores
evidentes. Apagué el radio, la televisión y me fui a jugar tenis.
Sin embargo,
pese a no estar en contacto con los medios de comunicación, pude notar el palo
que le dieron a toda la selección por los múltiples errores cometidos. Los
medios no dejaron títere con cabeza. De dioses a villanos en 5 minutos.
Lo ocurrido me
llevó a reflexionar sobre la situación vivida, no solo por nuestros jugadores,
sino también por el seleccionado argentino. ¿A que no adivinan cuál fue la
conclusión de mis reflexiones? Perogrullo no lo había podido decir mejor: no
hay personas infalibles. Somos seres humanos y todos cometemos errores. Se
juzga y se critica sin piedad, olvidando que nadie es infalible, ni siquiera el
seguro Ospina o la maravilla Messi.
El problema de
Ospina, James, Messi, Pekerman y sus congéneres es que las equivocaciones
cometidas salen en la televisión a los ojos de todo el mundo y con repeticiones
instantáneas para que no queden dudas. Para colmo de sus males, las fallas
ocurren en medio de partidos trascendentes, con la mayor convocatoria de
público y que exigen la mayor concentración, pobres tipos.
No son muchos
los privilegiados que les repiten en los medios, una y otra vez, sus errores.
Pero tienen una ventaja, por esa misma razón ganan muy buen dinero. Messi es
uno de los jugadores mejor pagado del mundo y sin embargo su selección aún
tiene comprometida su clasificación al mundial.
Lo cierto es
que independiente de cualquier cosa, lo que sale en televisión produce morbo y
esa circunstancia hace que sus protagonistas reciban grandes sumas de dinero,
que se convierte en bálsamo para soportar las críticas.
Me pregunto si
estaríamos dispuestos a salir en televisión ejerciendo nuestros oficios y
aceptar que nuestros errores sean juzgados por todo el mundo. Tienen la
palabra.
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