Translate

domingo, 8 de octubre de 2017

Estudiar en 2018


Sin el menor asomo de recato y consciente de las implicaciones resultantes de dejar constancia escrita de mis ideas, reafirmo que fui muy afortunado al estudiar medicina en los 80. ¿De donde sale el comentario? De pensar que resulta una proeza estudiar en esta época atiborrada de extraordinarios distractores. Durante mis años de formación no había la oferta televisiva, de internet y de juegos electrónicos disponible hoy. Teníamos dos canales de televisión, la radio y dos juegos electrónicos, Pac-Man y Space Invaders, pare de contar. Los juegos electrónicos caseros habían trascendido del telebolito al Atari, pero nunca con el nivel de masificación actual. Para jugar Pac-Man, Space Invaders o alguna variante había que ir a los centros de juegos. En el Gran Centro, a dos cuadras de la parada de la buseta Kra 54/Uninorte, estaba uno. Por un tiempo fue costumbre llegar al local, jugar un par de monedas y seguir a casa, frustrados por no pasar los primeros niveles del juego.
Los deportes televisados estaban en condición precaria. Uno que otro partido se transmitía por la señal nacional, en particular si había que tapar algún escándalo nacional y nada más.
La inmediatez solo la tenía la radio. Nunca olvidaré las transmisiones del ciclismo por radio. "Haga el cambio con Rimula" gritaba el requetemacanudo Julio Arrastía Bricca, un argentino excelente que vino a dar a Colombia no sé porque razón y que sabía de ciclismo como pocos. Pegados a la radio, en los momentos libres, escuchábamos las gestas heroicas de los escarabajos.
Hasta que llegó la televisión y con ella se complicaron las cosas. Las transmisiones del tour por televisión coincidían con el horario de las rotaciones. El semestre de medicina interna estaba por terminar y requería toda la atención, pero Lucho Herrera portaba la camiseta de las pepas rojas. No había manera, el súper yo me castigaba si pelaba clases, el gusto por ver deportes apremiaba por el otro lado. Tampoco había tanta oferta de lugares para ver las transmisiones. Había televisor en la tienda del frente y en la fotocopiadora. Me perdería la etapa de montaña. Sin embargo, no todo estaba perdido, dentro de mis cuentas de televisores disponibles olvidé incluir el localizado en la sala de diálisis. Mi grupo rotaba por nefrología de manera que estábamos salvados, acompañaríamos a Lucho en su etapa histórica, dejando rivales al subir las montañas francesas "como una moto".
Cuando todo presagiaba que presenciaríamos una aplastante victoria del ciclismo colombiano, apareció nuestro docente de nefrología. ¿Vendría a ver la etapa también? Sin voltear a mirar el televisor, tomó asiento en su escritorio y mandó a llamar el primer paciente. La etapa terminaba súbitamente para los rotantes de nefrología.
La consulta comenzó, pero no apagaron el televisor. Era literalmente imposible que apartara mi vista del aparato. Mientras el Dr. Cueto, imperturbable, continuaba su consulta, yo veía como Lucho subía en moto y los demás corredores quedaban rezagados. La etapa estaba para la historia, la televisión captaba mi atención como por encanto.
De pronto, una pregunta lanzada desde el escritorio por nuestro docente rompió el hechizo.
-Usted-
¿Que son los Oxiuros?
El usted era conmigo; oxiuros, Lucho Herrera, el Tour, nefrología, todo se me confundió.
-Unos parásitos- musité. Mi mente quedó en blanco, todavía hoy trato de recordar lo ocurrido y no puedo, solo sé que la reprimenda fue total.

Ser un buen profesional en una carrera exigente, cualquiera que ella sea, implica sacrificar tiempo para los deportes, la pareja, la familia y otros momentos importantes de la vida, quizás no hay remedio. Sin embargo, hoy, docente de medicina, padre de estudiantes universitarios y todavía fanático de los deportes, pienso que se pueden y se deben equilibrar las cargas. El éxito y la felicidad en la vida están más allá de un título universitario.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario