La sorpresa fue mayúscula, el médico de apellido raro y de nombre Piter,
resultó ser mi compañero de colegio y de universidad, recuerdo que el último
día que hablamos nos despedimos como siempre, como sí nos fuéramos a ver en
unos días, quien lo hubiera creído una semana después, sin planearlo y por
diferentes vías llegamos a la casa médica de Arauca.
Para aquellos tiempos los médicos que cuidaban la salud en muchas zonas del país eran los médicos rurales acompañados por médicos generales. Arauca la capital de la intendencia con aproximadamente veinticinco mil habitantes tenía algo así como trece médicos para resolver los problemas de salud. Dos cirujanos generales completaban la nómina de facultativos. En ese entonces las riendas del hospital eran llevadas por cuatro rurales, es decir hacían los turnos, manejaban los pacientes hospitalizados, atendían la urgencia y consulta externa, lo hacían todo.
Mientras tanto mi trabajo como rural del Subsidio Familiar de la Caja Agraria se limitaba a una consulta externa en horario de oficina y algunas charlas educativas en las empresas afiliadas. La verdadera limitante consistía en que la consulta era exigua, la falta de médicos que se vivió durante meses produjo pérdida de confianza en los afiliados dejando de asistir. En una semana de rural ya había consumido buena parte de los temas que tenía para estudiar y el aburrimiento empezaba a producirme efectos de los cuales después me tendría que arrepentir.
Estudié medicina para ejercerla y no para sentarme en un escritorio a esperar que llegaran los enfermos, el recurso de ir a buscar pacientes era un trabajo para los empleados administrativos, yo quería acción. Piter habló con el director del hospital y los otros rurales, todos aceptaron. Empecé asistiendo a la revista matutina de los pacientes hospitalizados y posteriormente tomé una secuencia de turnos. Llegué a tener tanta acción, que termine haciendo más turnos que los rurales de planta.
El temor de enfrentar a los "genios" sabelotodo del interior se presentó cuando me presentaron a los otros rurales, dos de ellos eran de la Javeriana y otro de la UIS, sin duda excelentes facultades que dejan una impronta en sus egresados y estos la tenían y la hacían notar. Pero a la hora de trabajar y ver pacientes tenían los mismos problemas que yo tenía y sabían lo mismo que yo sabía luego no había diferencia entre unos y otros, ni ellos eran genios ni yo era un ignorante.
Para aquellos tiempos los médicos que cuidaban la salud en muchas zonas del país eran los médicos rurales acompañados por médicos generales. Arauca la capital de la intendencia con aproximadamente veinticinco mil habitantes tenía algo así como trece médicos para resolver los problemas de salud. Dos cirujanos generales completaban la nómina de facultativos. En ese entonces las riendas del hospital eran llevadas por cuatro rurales, es decir hacían los turnos, manejaban los pacientes hospitalizados, atendían la urgencia y consulta externa, lo hacían todo.
Mientras tanto mi trabajo como rural del Subsidio Familiar de la Caja Agraria se limitaba a una consulta externa en horario de oficina y algunas charlas educativas en las empresas afiliadas. La verdadera limitante consistía en que la consulta era exigua, la falta de médicos que se vivió durante meses produjo pérdida de confianza en los afiliados dejando de asistir. En una semana de rural ya había consumido buena parte de los temas que tenía para estudiar y el aburrimiento empezaba a producirme efectos de los cuales después me tendría que arrepentir.
Estudié medicina para ejercerla y no para sentarme en un escritorio a esperar que llegaran los enfermos, el recurso de ir a buscar pacientes era un trabajo para los empleados administrativos, yo quería acción. Piter habló con el director del hospital y los otros rurales, todos aceptaron. Empecé asistiendo a la revista matutina de los pacientes hospitalizados y posteriormente tomé una secuencia de turnos. Llegué a tener tanta acción, que termine haciendo más turnos que los rurales de planta.
El temor de enfrentar a los "genios" sabelotodo del interior se presentó cuando me presentaron a los otros rurales, dos de ellos eran de la Javeriana y otro de la UIS, sin duda excelentes facultades que dejan una impronta en sus egresados y estos la tenían y la hacían notar. Pero a la hora de trabajar y ver pacientes tenían los mismos problemas que yo tenía y sabían lo mismo que yo sabía luego no había diferencia entre unos y otros, ni ellos eran genios ni yo era un ignorante.
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