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sábado, 23 de mayo de 2015

Gastronomia araucana

Terminar mi aventura en el llano fue algo doloroso pero sin duda muy conveniente para mi peso y estado físico. Durante gran parte de mi juventud claramente caía en el grupo de los peso pluma o más bien peso lástima. Pese a un apetito notable, no había forma de que subiera de peso, cosa que nunca jamás me preocupó. El metabolismo adolescente asociado al uso de la bicicleta como medio de transporte me mantenían en el peso ideal para ser apodado como Gilligan, remoquete que no me producía ningún orgullo pero que debo reconocer se ajustaba a mi aspecto del momento.
La llegada al llano disminuyó mis hábitos deportivos y acrecentó mis habilidades con el consumo de los alimentos lo que se tradujo en un lento pero progresivo aumento de peso. Es que no había manera de abstenerse, los desayunos, almuerzos y comidas a la carta y en abundancia hacían que el llano fuera el lugar ideal para alguien que como ya he dicho sufre de buen apetito.
Jamás podré olvidar las hallacas que preparaban en el restaurante de la mama de Freddy. Con una devoción que solo la dan los años, la señora Ana preparaba unas hallacas tan sabrosas que sólo se pueden comparar con las que hace mi mama y quedan empatadas. En el ranking de mis platos favoritos del llano, la hallaca con carne de cerdo ocupa el primer lugar.
El sancocho de gallina, el bagre frito, el pisillo y el chigüiro completan la lista de platos de la región que la hacen inolvidable en este aspecto.
Un comentario aparte merece la carne a la llanera, en ese plato se conjuga la esencia del llano, preparar una mamona requiere el desarrollo de un ritual para el que solo está designado alguien de alto rango en la finca. Esta preparación se reserva para ocasiones especiales y sabe mejor cuando se degusta con la compañía de arpa, cuatro y maracas. Las mejores terneras las comí en la finca de los esposos Mijares o en la Antioqueña en donde siempre había todo lo descrito y cantidades navegables de licor.
La carne de ternera o cerdo preparada con el calor indirecto que proporcionan leños acomodados en forma de pirámide se cocinaban a fuego lento asegurando un delicioso sabor y textura. El topocho, la papa y la yuca acompañados de suero llanero completaban la oferta de una forma inmejorable. Todavía me pregunto cómo no subí más de peso....


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