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viernes, 3 de abril de 2015

Los Mosquitos

Eran aproximadamente las 5:30 de la tarde cuando empezó el frenesí, platos iban y venían, bajo las ordenes de la matrona de la casa, impartidas con el rigor y precisión de un militar de alto rango, las muchachas entraban y salían de la cocina con un único objetivo, atiborrar la mesa del comedor con toda clase de viandas cada una a cuál más de apetitosa. Recuerdo la mesa, larga no muy ancha, se podía sentar toda la familia y los frecuentes visitantes que llegaban, algunos sin avisar, como yo. Estaba vestida con hojas de plátano y platos de todos los tamaños, llenos de delicias sabaneras, bollo, tajadas de plátano, queso, yuca, chicharrón, carne en bistec, huevos pericos, suero sabanero en cantidades navegables, los infaltables patacones, de todo para un goloso como yo. Sin embargo, la mesa no era lo que llamaba la atención de este forastero que había aparecido esa mañana sin aviso. Ha nadie le parecía importante la hora, 5:30. Quizás por lo recién llegado no entendía cuál era el afán, ¿por qué servían la comida tan temprano? En Barranquilla semejante cantidad de comida no empezaba antes de ocho de la noche, pero bien lo dice el refrán, al lugar que fueres haz lo que vieres. Además, había tanta comida que se necesitaba mucha gente o mucho tiempo para disfrutar de tantos platillos. Con el mismo rigor como fue servida la mesa, llegaron todos los comensales menos yo, eran las 5.45 pm. Un miembro de la familia me recordó que ya todos estaban sentados, al llegar, una silla de privilegio estaba separada para mí. Se departía y comía hasta la saciedad con toda espontaneidad. Todo estaba tan sabroso que literalmente trague, que pena con esa familia y con la mía también, pensarían que tenía hambre vieja. Llegue al último y terminé de último y debo decir que todavía las mucamas llevaban devuelta a la cocina platos con comida sin tocar. Todo un banquete, lo recuerdo como si fuera hoy.
Lo cierto es que la respuesta a mi pregunta sobre porqué comer tan temprano llegaría puntualmente a las 7:00 pm como por el efecto de un botón de encendido. Minutos antes, la dueña de casa armada con una bomba de “flit” rociaba y cerraba herméticamente los aposentos dejando la tajante advertencia de que debían permanecer cerrados. Por otro lado uno de los habitantes de la casa me entregó un musengue, utensilio bien conocido en algunas áreas de la costa que se utiliza para espantar a los mosquitos.
A las 7:00 pm los mosquitos hicieron su aparición, nubes de mosquitos, de todos los tamaños, había que ver eso. No se podía hacer otra cosa que espantar y matar mosquitos, menos mal por alguna razón que desconozco los machos no pican, que considerados, si todos picaran no sé qué hubiera sido de este forastero. Todos recordaran que los mosquitos conocen a los foráneos y aprecian su sangre nueva, de manera que somos los llamados a sufrir el rigor de las picaduras.
La puntualidad en la llegada de estos insectos me llevo a formular la hipótesis de que los mosquitos de Lorica, ciudad en donde me encontraba, debían descender de algún mosquito inglés. El rigor de estos insectos loriqueros es más que británico, a las 7:00 pm llegaron formando nubes y a las 8:30 se fueron, sin mediar palabra, sin despedirse, desaparecieron.
En ese momento entendí el porqué de la comida tan temprano, entre 7:00 pm y 8:30 pm es imposible hacer otra cosa que espantar y matar mosquitos. 

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