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sábado, 8 de octubre de 2016

Palabras sin prestigio


Presento excusas a los lectores por continuar comentando situaciones relacionadas con el malogrado plebiscito, pero la reciente y vergonzosa confesión hecha por el gerente de la campaña del NO me hizo caer en la cuenta de una situación que puede sonar extraña y probablemente no sea compartida por algunos, pero en el país del sagrado corazón, la credibilidad de las palabras se ha perdido.
En el resto del mundo y en Colombia también, la credibilidad la debe tener el personaje que se expresa y no las palabras usadas en su discurso. Sin embargo, en nuestro país ocurre que muchos personajes, algunos de dudosa procedencia, salen diariamente en los medios de comunicación usando siempre los mismos adjetivos para referirse a sus también dudosas ejecuciones. Con lenguaje altisonante y usando expresiones que denotan entereza se respaldan y adornan discursos que resultan impactantes para la audiencia. Los adjetivos transparente, austero, irrevocable, solo para citar algunos, son utilizados de manera permanente por los altos dirigentes del país al momento de justificar todas sus actuaciones. El problema está en que poco tiempo después, los organismos de control o la prensa, descubren que el “transparente contrato” o el “austero presupuesto” o la “irrevocable renuncia” no lo eran tanto.
Esta situación no es exclusiva de los más altos personajes de la vida pública. En cualquier escenario privado como también en los reputados claustros académicos y científicos se descubren insospechados actos de corrupción. De tal manera que hoy nadie cree cuando se dice que los contratos, los presupuestos y las renuncias son transparentes, austeros o irrevocables. Igual situación viven las transparentes hojas de vida, las austeras partidas y los irrevocables nombramientos. Estas palabras, pronunciadas por estos reconocidos personajes, producen un efecto contrario en el que las oye cambiando su significado original. Llegan a tal nivel de desprestigio que las personas de a pie, los que no tenemos velas en estos entuertos, preferimos evitar estas palabras, so pena de ser confundidos con algún “prestigioso” dirigente del acontecer nacional o con algún ladrón de cuello blanco.

Esto me lleva a pensar que la tienen difícil los filólogos y expertos en el idioma castellano, pues les toca encontrar nuevas palabras con el prestigio limpio para remplazar el empañado transparente, el abultado austero y el muy incumplido irrevocable.







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