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lunes, 11 de enero de 2016

Las jugadas de la memoria

Una solitaria mañana de domingo entraba al pabellón hospitalario de la clínica donde trabajo cuando de golpe y porrazo me encontré con una dama de sonrisa alegre que extendiendo su mano y sin dudarlo saluda por mi nombre. Los buenos reflejos que aún tengo permitieron sostener la sonrisa, saludar con una denominación genérica y estrechar la mano con energía mientras mi cerebro en modo dominguero terminaba de despertar y trataba de recordar con quién hablaba. Mi memoria tiene fama de ser buena, pero en cuestión de nombres las experiencias no son las mejores. Todavía recuerdo cómo desatendí el primer tiempo del partido de eliminatorias Colombia-Paraguay tratando de recordar a un personaje que me saludó entrando al estadio. Solo en el entretiempo recordé que era el dueño de una farmacia en Arauca donde hice el rural.
La mujer preguntó por mi esposa y mis hijos sin llamarlos por sus nombres, luego no era tan cercana. De sus maneras podía inferir que no era médico, pero podía pertenecer a la industria farmacéutica. Recordé aquel pasaje de la novela El jugador en donde Dostoievski menciona que hablar del clima es una buena forma de romper el hielo. Pues también los nuevos trancones en Barranquilla, las peripecias de Santos, cualquier tema servía para hablar en genérico mientras mi cerebro lograba zafarse de las garras del conocido "alemán"
Para peor de mis males la soledad de la clínica no permitía usar el viejo y conocido truco de presentarla al primero que saludara para escuchar su nombre. La situación ya se tornaba difícil, los temas genéricos rápidamente se agotaron y yo en cero. Mi interlocutora no tardó en detectar mi laguna mental que en el momento estaba convertida en océano. Preguntó con la misma espontaneidad con la que me saludó.
- ¿No recuerdas mi nombre? -
Me sentí como los estudiantes que se quedan en blanco durante un examen oral. La respuesta correcta era no me acuerdo del nombre, ni cómo te conocí, ni qué haces, ni nada. Que papelón, todas las opciones para salir del entuerto pasaron por mi mente, estaba entre la espada y la pared. Pasamos de la amena charla genérica al silencio inútil, no sabía que inventar, recordé otra vez al estudiante presentando examen final oral y necesitando nota. No me quiero imaginar la cara que hice, pero ella dibujo una risita malévola en su cara.

- Te voy a dejar con la intriga - y se fue tal como apareció.

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