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sábado, 2 de enero de 2016

Las fotos del álbum

La sabiduría popular dice que debemos aprender de nuestros errores y aceptar cuando nos equivocamos. El cuento viene a que siempre fui reacio a posar para fotos. Razones no tengo concretas, quizás por lo poco fotogénico, quizás por mí resistencia a la farándula, en todo caso con relación a las fotos prefiero tomarlas y no salir en ellas. Pero algunas circunstancias recientes me hacen caer en la cuenta de la importancia de tomar fotos y salir registrado en ellas, no importa lo poco fotogénico.  En estos últimos años las reuniones de egresados de universidad y colegio, desempolvaron fotos de álbumes guardados en viejos y olvidados anaqueles. Estas fotos se convirtieron en el combustible para encender la máquina del tiempo. Resultó en una amalgama justa de nostalgia y de humor que le dio vida a los encuentros.
Las fotos son un documento inigualable para registrar el paso del tiempo. Quedan para la posteridad las modas en el vestuario, los cortes de cabello, el tipo de maquillaje, los accesorios, todo lo registrado nos evoca una historia, un momento, una época. No solo por los protagonistas de la foto, también por el entorno, la locación nos trae recuerdos. Total, si no sales en las fotos te pierdes de hacer parte de la historia gráfica. Y aquí resulta otra diferencia entre el arte y las circunstancias de tomar fotos a la antigua y el método actual con aparatos digitales. Las fotos de papel se sabe dónde están, álbumes, cajas dentro de un clóset hasta debajo de un colchón. Al verlas se pasan de mano en mano, se palpan, se disfrutan. En cambio las fotos actuales reposan en memorias USB y demás aparatos electrónicos que no se sabe si funcionarán o donde estarán cuando sean requeridos. Porque la gracia de ver fotos es cuando ya no valen las circunstancias en que fueron tomadas, lo importante es el recuerdo. Y del anterior comentario se desprende otro aspecto. Las tomas actuales se eliminan con facilidad cuando no gustan y no lucimos como deseamos, con un click basta para desecharlas. Se pierde la naturalidad. Las fotos viejas quedan y hasta el negativo sirve para rescatar esa imagen que nos muestra tal como somos, al natural, sin retoque, sin Photoshop. De manera que estas últimas producen risa, nos arrancan una lagrima, son las fotos que hacen historia.
Sinceramente quiero equivocarme pero el pronóstico es que las reuniones de egresados y las visitas de familiares en los años venideros serán muy aburridas por la ausencia de las fotos del álbum.  

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