Los encuentros de egresados
Durante la temporada de fin de año se suscitan eventos propicios para abrir el baúl de los recuerdos. Uno de esos eventos son las reuniones de los egresados del colegio y la universidad. Sin temor a equivocarme estos encuentros podríamos situarlos como el paradigma de los momentos de evocación y nostalgia. Lo que ocurre durante estas reuniones equivale a montarse en la verdadera máquina del tiempo.
Desde el mismo momento de la llegada no se para de reír y algunas veces llorar. Apoyados en la memoria privilegiada de algunos compañeros y en el recién desempolvado material gráfico conseguido siempre a última hora, se comienzan a recordar los célebres apodos algunos de los cuales trascienden en el tiempo. Se recuerdan momentos culminantes como los encuentros deportivos, alguna épica pelea campal, las múltiples parrandas, los primeros encuentros con el alcohol, los amores culminados o malogrados. Los profesores serán recordados por sus apodos o por el nivel de exigencia por no decir otra palabra.
En estas reuniones se vale todo, las personas con quienes nos reencontramos muchas veces conocen nuestras vidas mejor que algunos familiares. Por escabroso que sea el tema, solo las amistades forjadas en la infancia y cultivadas en la adolescencia tienen el derecho intrínseco de comentarlos y burlarse sin piedad del afectado.
Pero estos encuentros también nos deparan momentos difíciles al recordar los compañeros fallecidos o a los que la vida los llevó por otros caminos y nos enteramos de sus desdichas haciéndolas nuestras.
Otro momento difícil ocurre cuando aparece en la reunión uno de esos compañeros o compañeras que no le pasan los años, que se conservan o que se cuidan. El personaje luce sonriente y recibe con satisfacción el conocido halago: "estas igualito" o "no has cambiado nada". Del otro lado estamos los que hemos sufrido el impacto del tiempo. En algunos casos los cambios son tan notorios que se tejen comentarios como "ese quien es" "ese man no se graduó con nosotros" los cambios pueden ser muy extremos. Claro que prefiero el natural aspecto obtenido con el paso de los años y no el producido por múltiples inyecciones de botox y biopolímeros que resultan en una pavorosa cara de marioneta.
Las anécdotas son múltiples, el tiempo se hace corto para ponerse al día en todo lo que ha pasado.
Finalmente a la hora de partir prometemos reencontrarnos para volver a ser colegiales, para volver a recorrer los campos universitarios, para contar las mismas anécdotas, para reír con los mismos cuentos, para montarnos en la máquina del tiempo y ser jóvenes otra vez.
Durante la temporada de fin de año se suscitan eventos propicios para abrir el baúl de los recuerdos. Uno de esos eventos son las reuniones de los egresados del colegio y la universidad. Sin temor a equivocarme estos encuentros podríamos situarlos como el paradigma de los momentos de evocación y nostalgia. Lo que ocurre durante estas reuniones equivale a montarse en la verdadera máquina del tiempo.
Desde el mismo momento de la llegada no se para de reír y algunas veces llorar. Apoyados en la memoria privilegiada de algunos compañeros y en el recién desempolvado material gráfico conseguido siempre a última hora, se comienzan a recordar los célebres apodos algunos de los cuales trascienden en el tiempo. Se recuerdan momentos culminantes como los encuentros deportivos, alguna épica pelea campal, las múltiples parrandas, los primeros encuentros con el alcohol, los amores culminados o malogrados. Los profesores serán recordados por sus apodos o por el nivel de exigencia por no decir otra palabra.
En estas reuniones se vale todo, las personas con quienes nos reencontramos muchas veces conocen nuestras vidas mejor que algunos familiares. Por escabroso que sea el tema, solo las amistades forjadas en la infancia y cultivadas en la adolescencia tienen el derecho intrínseco de comentarlos y burlarse sin piedad del afectado.
Pero estos encuentros también nos deparan momentos difíciles al recordar los compañeros fallecidos o a los que la vida los llevó por otros caminos y nos enteramos de sus desdichas haciéndolas nuestras.
Otro momento difícil ocurre cuando aparece en la reunión uno de esos compañeros o compañeras que no le pasan los años, que se conservan o que se cuidan. El personaje luce sonriente y recibe con satisfacción el conocido halago: "estas igualito" o "no has cambiado nada". Del otro lado estamos los que hemos sufrido el impacto del tiempo. En algunos casos los cambios son tan notorios que se tejen comentarios como "ese quien es" "ese man no se graduó con nosotros" los cambios pueden ser muy extremos. Claro que prefiero el natural aspecto obtenido con el paso de los años y no el producido por múltiples inyecciones de botox y biopolímeros que resultan en una pavorosa cara de marioneta.
Las anécdotas son múltiples, el tiempo se hace corto para ponerse al día en todo lo que ha pasado.
Finalmente a la hora de partir prometemos reencontrarnos para volver a ser colegiales, para volver a recorrer los campos universitarios, para contar las mismas anécdotas, para reír con los mismos cuentos, para montarnos en la máquina del tiempo y ser jóvenes otra vez.
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