Hace unos días, al contar que el partido contra el Perú fue difícil, recordé que el seleccionado peruano siempre ha sido complicado para Colombia. Uno de esos partidos que debían quedar para el olvido fue el disputado durante las eliminatorias de Francia 98, un 30 de abril de 1997. Por dos razones no olvido aquella calurosa noche, cuando los peruanos se alzaron con la victoria en el Metropolitano y mis colegas reumatólogos conocieron una faceta de mi pasión por el futbol. La primera razón es que para esos días retornaba a Barranquilla luego de terminar el entrenamiento en la Universidad Nacional de Colombia. Me encontraba en la difícil circunstancia de buscar empleo y viviendo las consecuencias de no tenerlo. Con lo cual no es difícil concluir que las posibilidades de entrar al estadio por vía del presupuesto eran nulas. La segunda razón fue la que me permitió ir al estadio y recordar ese encuentro.
Resulta que un destacado grupo de reumatólogos del país, encabezado por el entonces presidente de la Asociación Dr. Luis Alberto Ramirez y mis profesores fueron invitados a Barranquilla a ver el partido. Mis profesores, conocedores del gusto que siento por el fútbol, hablaron con los organizadores para invitarme. El solo anuncio produjo en mi corazon los sentimientos más contradictorios. Sin dudas mi mayor anhelo era estar en el estadio, pero asistir con la crema y nata de la Asociación de Reumatologia significaba pasar del anonimato al desprestigio en cuestión de segundos. La razón de esta afirmación se debe a que fuera del estadio soy un tipo relativamente tranquilo pero en la tribuna, puede ocurrir la transformación descrita por Stevenson en el cuento del Dr. Jekyll y Mr Hayde. El cambio es absoluto, grito, miento madres, digo barbaridades soy otro. No me podía dar el lujo de mostrar esa horrible faceta delante de mis nuevos colegas y menos de los profesores. Pero una llamada del hotel Royal, lugar en dónde estaba hospedado el grupo de reumatólogos definió la situación. Me tenían boleta y camiseta, imposible rehusarse.
Llegué a ese estadio haciendo gala de mi mayor silencio. Mientras Perú jugaba bien y Colombia lo hacía con altibajos yo evitaba ver para no despertar al monstruo. Promediando el segundo tiempo el árbitro pitó una falta inexistente, Mr. Hyde no se hizo esperar, un madrazo de proporciones apocalípticas retumbó en la platea de occidental numerada, con tal intensidad que todos quedaron mudos, impávidos, mis colegas descubrían una faceta del hincha insospechada. Para terminar de completar, un mal rechazo de Mondragón es aprovechado por Pereda que remata a puerta con libertad y gol de Perú. Los gritos e improperios no sirvieron, Colombia no levantó cabeza, el partido terminó con una derrota justa que todos olvidaron menos mis colegas y yo al conocer al nuevo Dr. Jekyll.
Estimado amigo y maestro... Excelente crónica y te puedo asegurar que muchos tenemos a nuestro Mr. Hyde
ResponderBorrarEn esta época de aislamiento y de estar en modo monotematico ... Esta compañía es espectacular. Excelente!!!
ResponderBorrar