Sin lugar a duda esta pandemia y sus consecuencias son un hito que marcará para siempre la historia de la humanidad. No creo exagerar al mencionar que en todos los niveles del conocimiento los efectos del virus se han hecho sentir de alguna manera. Como deben suponer la reumatología también resultó impactada por el virus de marras, la consulta está literalmente desbordada.
Los reumatólogos tenemos amplia experiencia en las manifestaciones reumáticas producidas por las patologías virales. Basta solo recordar que hace unos cinco años Latinoamérica vivía la epidemia producida por el Chicungunya y que el virus del dengue es epidémico en nuestra región. Investigando los efectos articulares del SARS-COV-2 me llamó la atención que no se esperaba tanto compromiso articular con este tipo de infección. Entonces, ¿cómo explicar este desmedido incremento en los síntomas articulares asociados con la pandemia?
La observación y el interrogatorio a mis pacientes me llevó a concluir que el empeoramiento no solamente es causado por el COVID-19. Varias semanas interrogando pacientes me llevaron a la siguiente conclusión: las dolencias no son por exceso de virus, son por falta de asistente.
Así es, las amas de casa decidieron acoger todas las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias para cumplir con la cuarentena. En todos los hogares se inicio una lucha sin cuartel contra el virus, se adoptaron medidas que nunca se habían puesto en práctica como por ejemplo lavar el mercado, aplicar sustancias desinfectantes a todo lo que entra a la casa, en fin, el trabajo en los hogares se aumentó sustancialmente; con un agravante las “muchachas” del servicio también fueron despachadas para sus casas como otra medida preventiva.
Las muchachas, mucamas, criadas, doncellas o como ustedes las quieran llamar no estaban para asumir ese trabajo. El llamado servicio doméstico, último rezago de la sociedad esclavista de los siglos pasados, es de tal importancia en nuestra sociedad que alguna vez, a un prestigioso abogado barranquillero, le escuché una frase concluyente, “la estabilidad del matrimonio la produce una buena muchacha de servicio”
He pensado en toda clase de medidas para ayudar a mis pacientes con sus dolores. Está clarísimo que los analgésicos tradicionales, las terapias físicas, dietas, vitaminas y un largo etcétera no son suficientes. La primera medida que se me ocurrió fue disminuir la carga laboral compartiendo el trabajo con los maridos. Esta propuesta fue desechada rápidamente, los maridos son peores pacientes y se quejan más que las señoras. Otra alternativa fue recurrir al servicio a domicilio de los restaurantes. También fue descartada por costosa y en ocasiones insegura.
Se me acaban las opciones, va a tocar pedir ayuda celestial. Voy a rezar un novenario a santa Zita de Lucca, patrona de las muchachas del servicio. Pediré fervorosamente su ayuda para que el tratamiento de las recién llegadas al gremio sea efectivo.
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