Una Carretera dietética
No lo podía creer,
con los escasos presupuestos públicos de nuestra Costa Atlántica y su non sancto manejo, era realmente
sorprendente ver lo impecable que estaba la nueva carretera Oriental. Doble y
triple calzada, generosos espacios a cada lado de la vía, glorietas con
amplias salidas y una reciente demarcación mostraban un panorama sensacional.
Pero eso no era lo mejor, la presencia de buenos peraltes y un perfecto
asfaltado permitían conducir a las velocidades del primer mundo. Los
tradicionales huecos eran cosa del pasado. No obstante, sentía que algo
faltaba.
Salimos de
Barranquilla con rumbo a Montería en medio de un aguacero de tuerca y tornillo
como diría mi padre. El compromiso era llegar temprano a la capital de Córdoba
haciendo escala en Lorica, la tierra de mis grandes amigos. Allí, en su famosa
y recién restaurada plaza de mercado, un delicioso sancocho de gallina me
esperaba y no quería hacerle el desaire.
Sin embargo, el
aguacero que caía sobre Barranquilla tomaba partido en favor de la
nutricionista que me atiende y su cruzada contra mi sobrepeso. Con semejante
diluvio nunca llegaría a mi cita con el sancocho. El carro literalmente
navegaba con velocidad de planchón en medio de las aguas de los arroyos. La
salida tarde de casa y el aguacero acabaron con el tour gastronómico de Lorica.
Otro día será pensé, mientras me hacía a la idea de remplazar el sancocho por
unos chicharrones en "Míster Marrano" conocido lugar de Montería
especializado en el arte de subir el colesterol.
La lluvia se fue sin
despedirse ni dejar razón al momento de tomar la carretera Oriental. Sin agua y
con carretera nueva la camioneta se deslizaba segura a buena velocidad, los
chicharrones ya me parecía olerlos.
Sin embargo, algo no
estaba bien. Poco aficionado al deporte extremo de viajar por carretera, no
conocía la nueva vía que remplazaba la vieja carretera Oriental, pero algunas
cosas empezaron a llamar la atención: no se veía tráfico ni gente, el río debía
estar a mi izquierda y en ningún momento se sentía su presencia. La conclusión
era lógica, estábamos perdidos. Inmediatamente noté el aspecto faltante en la
nueva Oriental. Las salidas de las glorietas carecían de señales indicadoras
para las diferentes rutas que la nueva vía ofrecía. Sin notarlo habíamos tomado
rumbo a Sabanalarga, ruta opuesta a Montería en donde me esperaban mis
chicharrones. Se hacía tarde.
Apremiados por el
tiempo y él hambre me fui en contra de mis principios y preguntamos al primer
lugareño que nos encontramos. Un campesino de la zona se desplazaba en su burro
a la vera de la vía. Sus gestos e indicaciones hicieron gala de un despiste
superior al nuestro de manera que no le creímos y seguimos buscando. Las
indicaciones de un motociclista encontrado más adelante nos despistaron aún
más. Martha y los niños querían regresar a Barranquilla.
A quien se le ocurre
inaugurar una vía sin señales, me preguntaba.
Finalmente, después
de una hora de transitar por las glorietas y calzadas dobles sin señalizar de
la Oriental encontramos el camino correcto. Eso sí, con la certeza de que
gracias al aguacero, la falta de señales, al despiste del campesino y el
motociclista tampoco encontraría chicharrones calientes en Montería.
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