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lunes, 22 de agosto de 2016


Una Carretera dietética

No lo podía creer, con los escasos presupuestos públicos de nuestra Costa Atlántica y su non sancto manejo, era realmente sorprendente ver lo impecable que estaba la nueva carretera Oriental. Doble y triple calzada, generosos espacios  a cada lado de la vía, glorietas con amplias salidas y una reciente demarcación mostraban un panorama sensacional. Pero eso no era lo mejor, la presencia de buenos peraltes y un perfecto asfaltado permitían conducir a las velocidades del primer mundo. Los tradicionales huecos eran cosa del pasado. No obstante, sentía que algo faltaba.

Salimos de Barranquilla con rumbo a Montería en medio de un aguacero de tuerca y tornillo como diría mi padre. El compromiso era llegar temprano a la capital de Córdoba haciendo escala en Lorica, la tierra de mis grandes amigos. Allí, en su famosa y recién restaurada plaza de mercado, un delicioso sancocho de gallina me esperaba y no quería hacerle el desaire.
Sin embargo, el aguacero que caía sobre Barranquilla tomaba partido en favor de la nutricionista que me atiende y su cruzada contra mi sobrepeso. Con semejante diluvio nunca llegaría a mi cita con el sancocho. El carro literalmente navegaba con velocidad de planchón en medio de las aguas de los arroyos. La salida tarde de casa y el aguacero acabaron con el tour gastronómico de Lorica. Otro día será pensé, mientras me hacía a la idea de remplazar el sancocho por unos chicharrones en "Míster Marrano" conocido lugar de Montería especializado en el arte de subir el colesterol.

La lluvia se fue sin despedirse ni dejar razón al momento de tomar la carretera Oriental. Sin agua y con carretera nueva la camioneta se deslizaba segura a buena velocidad, los chicharrones ya me parecía olerlos.
Sin embargo, algo no estaba bien. Poco aficionado al deporte extremo de viajar por carretera, no conocía la nueva vía que remplazaba la vieja carretera Oriental, pero algunas cosas empezaron a llamar la atención: no se veía tráfico ni gente, el río debía estar a mi izquierda y en ningún momento se sentía su presencia. La conclusión era lógica, estábamos perdidos. Inmediatamente noté el aspecto faltante en la nueva Oriental. Las salidas de las glorietas carecían de señales indicadoras para las diferentes rutas que la nueva vía ofrecía. Sin notarlo habíamos tomado rumbo a Sabanalarga, ruta opuesta a Montería en donde me esperaban mis chicharrones. Se hacía tarde.
Apremiados por el tiempo y él hambre me fui en contra de mis principios y preguntamos al primer lugareño que nos encontramos. Un campesino de la zona se desplazaba en su burro a la vera de la vía. Sus gestos e indicaciones hicieron gala de un despiste superior al nuestro de manera que no le creímos y seguimos buscando. Las indicaciones de un motociclista encontrado más adelante nos despistaron aún más. Martha y los niños querían regresar a Barranquilla.
A quien se le ocurre inaugurar una vía sin señales, me preguntaba.
Finalmente, después de una hora de transitar por las glorietas y calzadas dobles sin señalizar de la Oriental encontramos el camino correcto. Eso sí, con la certeza de que gracias al aguacero, la falta de señales, al despiste del campesino y el motociclista tampoco encontraría chicharrones calientes en Montería.



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