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domingo, 15 de marzo de 2015

oficina de pasaportes remasterizada


Oficina de pasaportes de Barranquilla: "templo del rebusque".

No alcancé a llegar al lugar asignado para hacer la muy tercermundista cola de las oficinas públicas cuando rápidamente fui abordado por un tipo que me ofrecía una de las formas de rebusque más reconocidas en nuestro país, vender puestos adelante de una cola que promete ser larga. A las seis de la mañana la cola ya serpenteaba por uno de los costados de la gobernación. Sin duda había más "coleadores", "coleologos" o mejor cuida puestos que personas interesadas en el trámite, por veinte mil barritas ofrecen lo que el estado te debe garantizar, una buena y rápida atención. Obviamente no acepté la propuesta, no faltaba más, yo como todo barranquillero tengo mi rebusque y ya había mandado a un allegado, que eufemismo y también que mala decisión, los rebuscadores profesionales relegaron al novato a los puestos de media tabla. Resignado me sitúe en el puesto que el rebusque me dejó, no sin antes pensar que lo invertido en mi "allegado" daba igual a lo que me pedía el profesional.

Dejarme en un puesto mas bien trasero no fue argumento para que el “allegado” no obtuviera su rebusque, de manera que cobró y se fue. Apenas me acomodaba en la cola cuando otra forma de rebusque me abordó, por dos mil pesos, un lugareño ofrecía la ultima silla Rimax  disponible, una dama hizo uso de la oferta no sin antes tratar de regatear el precio, intentó inútil dadas las condiciones de oferta y demanda. La cara de otro rebuscador daba la aprobación al negocio de su colega, dos mil pesos por veinte sillas en dos horas, nada mal.

Una cola en el centro de Barranquilla puede ser la mayor forma de generar rebusque, en treinta metros de cola pude observar los siguientes: vendedores de minutos, vendedores de jugos y viandas que solucionan el malogrado desayuno, fotógrafos, voceadores de periódicos y un malabarista envejecido que pasa el sombrero después de unos fallidos intentos de mantener en el aire unos palos con fuego. Pese a los implacables comentarios relacionados a su incapacidad para cumplir con los malabares, unas monedas cayeron al fondo del sombrero, salvando la presentación y seguramente el desayuno.

Nada de lo visto hasta ahora me sorprendía, que esperaba, las cifras de desempleo no mienten y el rebusque es la regla y no la excepción. Lo que sí me sorprendió hasta el estremecimiento, fue sufrir en primera persona el efecto producido por el rebusque sobre la agudeza visual y el discernimiento, imagínense que un rebuscador en su afán por conseguir una propina se ofreció para llevarme al lugar por donde entran sin hacer cola los miembros del selecto club de la “tercera edad”, como les parece y todavía no eran las siete de la mañana.

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