domingo, 2 de agosto de 2020

Gracias por estar ahí...



Gracias por estar ahí. Una vez mas la partida de otro ser querido, me obligan a encontrar esta frase que quisiera, al menos en estos términos, nunca volver a leer o a escuchar y mucho menos expresar.  

Sin embargo, una breve reflexión sobre las circunstancias usualmente dolorosas en donde se recurre a ella me lleva a concluir que debo dar gracias a la vida por haber tenido la oportunidad de expresar esta corta frase que dice más de lo que sus cuatro palabras encierran. Gracias por estar ahí dice tanto de quien la expresa como de quien la recibe. Cuando manifestamos esta frase se experimenta un sentimiento que supera lo físico. La persona que está ahí llena un vacío aún sin la palabra, sin un abrazo, aún sin la presencia física. Para estar ahí no hay que hacer nada notable, aquel que está ahí lo hace con su presencia espiritual, no física. Aquel que está ahí ya estuvo y probablemente siempre estará allí

También, quizás no con la misma frecuencia que en las anteriores circunstancias mis oídos fueron recompensados con un “gracias por estar ahí”. Cuando la recibimos se percibe el verdadero sentimiento del deber cumplido, entendemos que hemos dejado nuestra huella.

Estar ahí resume entonces un sentimiento de compañía profunda, de hermandad entrañable que por su presencia logra servir de bálsamo para la pena que nos aflige.

Este corto texto va dedicado a todos los amigos entrañables porque sé que siempre están ahí y para los que espero siempre estar ahí.

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