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sábado, 4 de abril de 2020

La mecedora

Una agradable lectura vespertina, fantástica para tolerar estas largas tardes de cuarentena, me llevó a recordar un tema pendiente de comentar con mis amigos y contertulios. En su crónica Katia Hernández Urueta, extraordinaria narradora de nuestro caribe, hace una corta mención que pudo pasar inadvertida a los lectores, sobre una costumbre de nuestra costa que ojalá no se pierda por los avatares de las nuevas épocas. Me refiero a la costumbre de sacar las mecedoras a la terraza y sentarse a conversar de lo divino y lo humano, saludando a todo aquel que pase por el frente de la residencia, mientras se atenúan los efectos de las altas temperaturas en el interior de la casa. Aprovecho entonces la crónica sabanera de hoy para dejar sentado en este texto un reconocimiento a este articulo fundamental en el mobiliario de cualquier casa de nuestra costa colombiana y de muchos lugares de nuestro país. La mecedora puede considerarse como el mueble infaltable en toda familia costeña. No creo equivocarme cuando digo que todo aquel que haya nacido en la costa colombiana fue dormido por una mecedora arrulladora.
Como trae mi amiga Katia a colación, en las terrazas costeñas las mecedoras acompañaron las historias, cuentos y leyendas que fueron contadas por los mayores a sus menores en las noches de calor. Pero no solo se contaron cuentos, las mecedoras fueron testigos de primera mano de todos los ires y venires de las familias. Sentados en ellas se arreglaron problemas de toda índole, se hicieron componendas, se aliviaron deudas y diferencias, en fin, las mecedoras fueron participes de la historia familiar.
Las propiedades terapéuticas de las mecedoras no están confinadas únicamente al aspecto paliativo de las altas temperaturas. Todos los médicos sabemos que la recuperación de un paciente convaleciente se logra con mayor presteza en una mecedora. No hay guayabo terciario que no se doble ante una mecedora pechichona.
Si tiene dificultades con la lectura de algún texto, le recomiendo sentarse en una mecedora bien confortable, sino lo entiende por lo menos se dormirá con comodidad. Mañana será otro día y con la mente despejada será fácil asimilar la lectura. El punto anterior me recuerda otro servicio aportado por la mecedora en los hogares. No hay mejor lugar para una siesta corta que una mecedora ojalá localizada por donde circula la brisa.
Seguramente ustedes mis amigos me ayudaran con otras utilidades de la mecedora, entre tanto les mando un fuerte abrazo de cuarentena.

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