La
lenta pero inexorable desaparición del arquetipo de masculinidad conocido como “El
Macho” no tiene reversa. A esta conclusión he llegado luego de revisar algunas
publicaciones hechas en los campos de las ciencias sociales y la medicina. De
una parte, agudas observaciones presentadas por científicos sociales dan cuenta
del beneplácito colectivo a cierto tipo de comportamiento dulzón observado en
los jóvenes de hoy en día. Tardarse horas en el baño depilándose, delineándose
las cejas y alguna otra práctica mas, ya no son comportamientos exclusivos de
las hijas de Venus. Los jóvenes actuales compiten con las niñas por cremas hidratantes,
mascarillas y todos los artículos para el cuidado de la piel imposibles de
identificar por un “macho” de hace unos años.
El
comportamiento tipo macho es observado en la sociedad desde tiempos inmemoriales.
El primer hombre del que se tiene noticia realizando una conducta machista fue identificado
en la Edad de Piedra. Su nombre Pedro Picapiedra o Fred Flinstone para la
audiencia norte americana. El patrón de conducta de Pedro y sus contemporáneos no
los llevó a la extinción mas temprano de milagro. Glotones hasta el hartazgo y
poco amigos del ejercicio cultivaban una peligrosa obesidad manifestada en un
notable diámetro abdominal. Pedro era un autentico “macho”, barrigón de
abundante cabello y pelo en pecho, fanfarrón, galante con las damas,
malgeniado, cobarde con los insectos y fanático de reunirse con amigos a ver un
partido de futbol, comer y tomar cerveza.
Pues
bien, este tipo de comportamiento se sostuvo por mucho tiempo hasta años
recientes cuando el llamado metrosexualismo y las investigaciones biomédicas impactaron
la conducta masculina. Los actuales hijos de Adán son metrosexuales, se
preocupan por su imagen, utilizan cosméticos, invierten en buena ropa y se someten
a una que otra cirugía estética. La juventud del siglo XXI no se ve representada
por Homero Simpson, sucesor directo de Pedro Picapiedra.
La
causa abolicionista del “Macho” se apoya en las investigaciones biomédicas.
Estas demostraron el pésimo impacto en la salud derivado de los malos hábitos
alimenticios y la obesidad consecuente. Ya no se puede roncar, las patologías
asociadas a los ronquidos son de tal magnitud que esta costumbre del macho
natural debe ser corregida so pena de múltiples dolencias cardiovasculares.
De manera que en las ultimas
reuniones del club de Toby y su filial de los búfalos mojados se votó por
unanimidad a favor del ejercicio, los hábitos de vida saludables y el control
de los ronquidos. Por otro lado, el comportamiento tipo Homero y el depilado de
las cejas fueron totalmente rechazados.
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