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domingo, 24 de diciembre de 2017

Navidad infantil

Con orgullo pertenezco a la generación de colombianos a quienes, los regalos de navidad, se los trajo el niño Dios. Ni los reyes magos que traen los regalos a los niños nacidos en el Caribe, ni Papa Noel o Santa Claus que se encarga de este difícil trabajo, para los nacidos en el frio norte, hicieron parte de mi niñez ni de mi imaginario. Más importante aún, también puedo decir, sin pena, que me empeñe en creer la leyenda del niño Dios hasta muy avanzado en la infancia. El espíritu de la navidad fue impulsado por la costumbre familiar de hacer un bello pesebre y rezar con fervor la novena de aguinaldos.
Sin embargo, debo decir que mantener la creencia fue difícil, la curiosidad propia del espíritu infantil, me obligaba a explorar de dónde venían los regalos. Peor aún eran los vecinos de la cuadra, algunos ya mayores y carentes del espíritu navideño, que hacían tambalear mi convicción asegurando, de manera enfática, que el niño Dios era una mentira.
Con el ánimo de salir de la duda y para resolver el misterio de una vez por todas, en alguna de aquellas, ya lejanas navidades, me propuse quebrar la norma según la cual, si no te dormías, el niño Dios no te pondría los regalos.
Me hice el dormido, tapé mi cara con la cobija tratando de mantenerme despierto y así poder ver llegar al niño Dios. Obviamente fracasé en el intento. El ya conocido buen dormir de los Forero me venció y solo atiné a abrir los ojos cuando mi papá salía del cuarto en medio de la noche, luego de poner los regalos. La oscuridad de la noche y la somnolencia solo me permitieron identificar unos calzoncillos blancos, de esos confeccionados con tela de algodón, usados en la época de los abuelos. El hecho es que me desperté, vi los regalos puestos en el suelo al lado de la cama y salí disparado para el cuarto contiguo en donde dormían don Camilo y doña Betty.
Mi papá, en medio de risas, todavía muchos años después, recordaba aquella noche cuando entré corriendo a su habitación y con una genuina expresión de asombro les dije: ¡Oigan, el niño Dios usa calzoncillos iguales a los de mi papá!
Feliz Navidad.




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