Con orgullo pertenezco
a la generación de colombianos a quienes, los regalos de navidad, se los trajo
el niño Dios. Ni los reyes magos que traen los regalos a los niños nacidos en
el Caribe, ni Papa Noel o Santa Claus que se encarga de este difícil trabajo,
para los nacidos en el frio norte, hicieron parte de mi niñez ni de mi
imaginario. Más importante aún, también puedo decir, sin pena, que me empeñe en
creer la leyenda del niño Dios hasta muy avanzado en la infancia. El espíritu
de la navidad fue impulsado por la costumbre familiar de hacer un bello pesebre
y rezar con fervor la novena de aguinaldos.
Sin embargo, debo
decir que mantener la creencia fue difícil, la curiosidad propia del espíritu infantil,
me obligaba a explorar de dónde venían los regalos. Peor aún eran los vecinos
de la cuadra, algunos ya mayores y carentes del espíritu navideño, que hacían
tambalear mi convicción asegurando, de manera enfática, que el niño Dios era
una mentira.
Con el ánimo de
salir de la duda y para resolver el misterio de una vez por todas, en alguna de
aquellas, ya lejanas navidades, me propuse quebrar la norma según la cual, si
no te dormías, el niño Dios no te pondría los regalos.
Me hice el dormido,
tapé mi cara con la cobija tratando de mantenerme despierto y así poder ver
llegar al niño Dios. Obviamente fracasé en el intento. El ya conocido buen
dormir de los Forero me venció y solo atiné a abrir los ojos cuando mi papá
salía del cuarto en medio de la noche, luego de poner los regalos. La oscuridad
de la noche y la somnolencia solo me permitieron identificar unos calzoncillos
blancos, de esos confeccionados con tela de algodón, usados en la época de los
abuelos. El hecho es que me desperté, vi los regalos puestos en el suelo al
lado de la cama y salí disparado para el cuarto contiguo en donde dormían don
Camilo y doña Betty.
Mi papá, en medio
de risas, todavía muchos años después, recordaba aquella noche cuando entré
corriendo a su habitación y con una genuina expresión de asombro les dije:
¡Oigan, el niño Dios usa calzoncillos iguales a los de mi papá!
Feliz Navidad.
Simplicidad tierna y hermosa.
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