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sábado, 16 de diciembre de 2017

La ignorancia


Desde siempre tuve el particular interés por saber el origen de las cosas. En la época de las enciclopedias, cuando Google ni siquiera era un sueño, mi pasatiempo era leer El Pequeño Larousse Ilustrado, lo más cercano a una enciclopedia que la economía familiar podía dispensar. El tío Samuel y la prima Antonieta saciaron un poco la sed de conocimiento, cuando me obsequiaron él diccionario enciclopédico Salvat y algunos tomos de la Monitor, también de Salvat. Llenar el difícil crucigrama de Mac en el Espectador era el reto. Solo y sin ayudas era la consigna, pero claro no me digo mentiras, ni ustedes tampoco se las creerían, una tercera parte del crucigrama se completaba con la ayuda del siempre efectivo Pequeño Larousse. Este anhelo de saber trascendió la adolescencia, la lectura apuntaló la entrada a la universidad. Aprender el funcionamiento del cuerpo y como mejorar a los enfermos se convirtió en el nuevo reto.
No sé en qué momento pasamos de la Monitor de Salvat a Wikipedia, de la enciclopedia Británica a Google, del Index Medicus a Pubmed. Compré celular de alta gama para estar siempre conectado y poder investigar en la red cuando la ignorancia me atropellara. El reto, saber más, tener un mayor conocimiento, evadir a la ignorancia.
Pero todo tiene un límite, descubrí, que al menos en la medicina, el conocimiento tiene un precio. Saber para donde van las cosas tiene unas implicaciones que sólo entiendes cuando eres la víctima. Indudablemente, en la medicina y también en otras áreas del saber, disponer del conocimiento facilita la prevención, la detección temprana, la intervención oportuna. El punto está en que estos aspectos favorables son útiles cuando las patologías diagnosticadas disponen de terapias exitosas. Cuando los diagnósticos son sombríos, cuando las patologías progresan a pesar de los médicos y de la ciencia el precio que se paga es la tranquilidad.
En ese momento, cuando acepto que el conocimiento genera zozobra, aparece la ignorancia y reclama por el desprecio que he sentido hacia ella.  Cuando ignoras, no temes, vives feliz pues no conoces las implicaciones de padecer tal o cual circunstancia. La ignorancia te da el valor que el conocimiento te quita.
Sin embargo, pienso que no puedo estar equivocado, el conocimiento lleva a un estado superior que permite asumir un reto nuevo. Enfrentar la adversidad con todos los medios que el conocimiento dispone y mantener la tranquilidad, ese es el reto.

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