Descubrí, quizás de manera tardía, que disfruto el
tiempo que dedico a escribir. Siento la necesidad de escribir como se sienten
el deseo de comer o beber. Otra cosa es que al comenzar a escribir y resolver
las ganas que se sienten de hacerlo, el producto final sea de mi
agrado.
Porque no
se debe o no se puede escribir de todo y tener éxito. Por ejemplo, no me gusta escribir sobre hechos que producen
tristeza, desazón o dolor. Si lo que escribo puede generar una lágrima que sea
de alegría o de nostalgia, no de rabia o impotencia. Cuando una
sonrisa se asoma en la cara de alguno de mis lectores, siento la satisfacción del deber cumplido. Aunque se escuche un poco
cursi, quiero que mis lecturas sean refrescantes como una lluvia de verano.
Pero sigo
con lo expuesto anteriormente, tampoco me gusta escribir de temas políticos. La política en Colombia y el mundo ha
llegado a tal nivel de polarización que se pierden las amistades, se separan
las familias, no se hablan los vecinos. En un insospechado arranque de tontería
colectiva estamos regresando a la época de godos y cachiporros1, quizás a los no muy lejanos
tiempos de Capuletos y Montescos. Momentos que se creían superados por la
cordura que imprime el conocimiento y el recuerdo de las malas experiencias,
ahora regresan impulsados por el inexorable péndulo de la historia.
Santistas,
uribistas, del Si o del No, de izquierda o de derecha, todos han caído en la locura colectiva de creer que sus
razones son las únicas y verdaderas. Que el conflicto se resuelve con mis
tesis, sin considerar las del otro. Imposible resolver un conflicto sin
tener en cuenta a todos los actores, por eso no escribo de política.
Ahora, hay
un par de temas que resultan más peligrosos de abordar
que el relacionado con la política. No sé si los historiadores han construido un
ranking de las causas por las cuales han caído imperios, reinados o gobernantes. Pero si lo hubiese, las
peligrosas relaciones afectivas y las tenebrosas manipulaciones religiosas
estarían en primer lugar. De tal manera que estos temas quedan eliminados,
de un tajo, en este mismo renglón.
Suprimiendo
las tristezas, la política, los amores y las
religiones los temas para abordar se reducen. Fue por esta razón que al tener
ganas de escribir y no encontrar algo reciente para contarles, surgió esta nota.
1.Conservadores
y liberales, para los jóvenes lectores
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