viernes, 17 de marzo de 2017

El arte de silbar



Después de mucho ver, comparar y analizar confirmo el concepto de que uno nace y no se hace. Cada persona nace con unas habilidades intrínsecas que le serán propicias para ejercer tal o cual actividad en la vida. 
Una habilidad que nunca pude desarrollar pese a múltiples intentos y consejos fue la de chiflar. Chiflar e inclusive silbar, son destrezas que requieren unas características faciales y de caja torácica que no están presentes en todos los humanos y yo soy uno de ellos. Soy totalmente incapaz de chiflar, esa habilidad nunca la pude lograr. En mi adolescencia intenté chiflar fuerte de todas las formas posibles y no pasé de esparcir saliva por todo mi alrededor. Además, se ve uno totalmente ridículo tratando de silbar fuerte con el modo de silbar canciones.
De pura vaina mi incapacidad para chiflar no frustró el normal desarrollo de la adolescencia. Por no saber chiflar, nunca participé de la monumental lluvia de pitos que le daban a "guayaba" cuando la película se cortaba, en los cines del barrio. No podía vencer, en un chiflido grupal y distante, el miedo juvenil a lanzar un piropo. En el estadio era imposible llamar a un vendedor o pitar los árbitros o al equipo contrario. Llamar un taxi con un chiflido ni soñarlo. Cuando intenté hacerlo con un grito fui visto como un energúmeno. No saber chiflar era un problema.
No saber silbar en cambio, es un mal menor, cualquiera lo puede hacer y obtener los beneficios sedantes de esta práctica. Otra cosa es silbar bien, para esto se requiere de un buen oído y una buena caja torácica. Conservar la melodía sin que se note la falta del aire es un arte difícil de lograr. Silbar bien puede llegar a un nivel de sofisticación tal que el silbido produjo melodías de amplia recordación. Para la muestra un botón, Wind Of Change, del grupo alemán Scorpions, conjuga la dulzura de la melodía con la sensación de paz producida por el efecto de silbar. 
El cine se ha beneficiado de algunos silbidos muy melódicos. La marcha, El puente sobre el río Kway, el tema de la película El bueno el malo y el feo del genial Ennio Morricone y otras más son representativas de lo que un buen silbido puede lograr. De tal manera que ya sea por el efecto relajante obtenido o por el gusto de recordar una buena melodía, no me pierdo el placer de silbar así la entonación sea pobre. 















No hay comentarios.:

Publicar un comentario