No pude evitar recordar los tiempos de la radionovela. Me sentaba en el piso, con la cabeza puesta en el regazo de mi madre, escuchando atentamente la voz ligeramente ronca, con tono de suspenso, que Esther Sarmiento de Correa imprimía al leer las aventuras de la radionovela que marcó una época en la historia de la radio en Colombia. "Serenidad y paciencia, Solin" decía Gaspar Ospina a su atribulado compañero de aventuras, personificado por Erika Krun. En la novela, oscuros personajes, casi siempre provenientes del Medio Oriente, trataban de acabar con Kalimán, el único ser capaz de oponerse a sus fechorías. No puedo negar que escuchaba la radionovela porque la familia lo hacía. A mi corta edad la historia y el dramatismo impuesto por los actores me producían temor.
En cambio, no sentí ningún temor por algunas recomendaciones hechas previas al viaje. Estas se referían al cuidado que debía tener con el usual hurto callejero. Hice caso omiso a las recomendaciones y partimos para la ciudad que literalmente parte la historia en dos. Acompañado por buenos amigos y con un programa de lujo, la visita a la capital natural del oriente prometía ser inolvidable.
Y resultó inolvidable, por la belleza histórica de la ciudad, por lo impresionante que resulta ser el Bósforo, por la buena atención y por lo bien que se cumplen los pronósticos. Nos dijeron que estuviéramos atentos, que pilas con los "paquetes chilenos" o mejor "paquete turco", que ojo a los cambios de billetes. De nada sirvió, la habilidad de esos tipos es única. En un taxi me cambiaron, sin que lo notara, un billete de 50 liras por uno de 5 y fuera de eso cancelé la carrera. Casi caigo en la trampa de un lustra botas y su cepillo de lustrar. Mejor dicho, me tumbaron, de manera que para la próxima invitación a Estambul voy con Kalimán.
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