En busca de respuestas para resolver
el problema de elegir la mejor opción profesional, mi hija preguntó cuáles
fueron mis razones para estudiar medicina. No hay pregunta más difícil
de responder que esa. En secreto pienso que para muchos bachilleres las
matemáticas son la razón principal para escoger una carrera. Para los hábiles
con los números que entienden cómo X es igual a Y,
las ingenierías son su destino. Para los que todavía hoy no entendemos por qué
la X y la Y pueden ser iguales,
queda la opción de las humanidades. Para aquellos con familiares ejerciendo la carrera tomar la
decisión puede ser más fácil. Algunas veces, sin haber cursado el primer semestre,
el futuro profesional sabe que especialidad ejercerá pues pertenecen a familias
dedicadas a una rama de la profesión que conoce las necesidades del mercado. Para
muchos otros bachilleres no hay referentes que señalen el camino.
Buscando
una respuesta que iluminara a Laura en su encrucijada, recordé un concurso ganado
con lo que a la postre seria mi primer referente médico, les contaré. A los
doce años la diversión estaba reducida a ver Ultraman y Plaza Sésamo. Después
de la seis de la tarde, cuando no se podía jugar bola'etrapo, había que
distraerse haciendo crucigramas, leyendo paquitos y revistas. Esos pasatiempos
me llevaron a tener el conocimiento para ganar un concurso en la
radio. Resulta que los domingos por la mañana, Oswaldo Sampayo Cobo conducía
un programa de variedades donde hacían preguntas al público. El reto del
programa no era responder las preguntas de Sampayo, era conseguir el tono para
hacer la llamada y luego que te contestaran. Insistí varias mañanas de domingo.
Los crucigramas de Mac en El Espectador y la lectura de Selecciones mejoraban
mis conocimientos escolares. Finalmente, un domingo de tantos entró la llamada.
Estaba solo, mi mamá y mi papá no me acompañaban en la aventura radial. A un
concursante en turno le preguntaron ¿cuál es el hueso del talón? La respuesta
fue rápida, el fémur. Más rápido cayó la cortina musical indicadora de
respuestas incorrectas. Seguía yo, repitieron la pregunta que contesté con mi
reconocida timidez, el calcáneo. ¿Está seguro? un silencio infinito me congeló,
pero dije sí. Del otro lado de la línea Sampayo me felicitó y anunció el
premio, cinco litros de gaseosas Postobón. Ahora suena insignificante, pero
para el momento debutaban en Colombia.
Hoy,
cuarenta años después, la charla con Laura me mostró que los acertijos de Mac y
la sección “Yo soy el hueso de Juan” de la inolvidable revista Selecciones
del Reader`s Digest fueron mis
primeros referentes en la medicina.
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