domingo, 13 de septiembre de 2015

Recuerdos de cadillo


Hace unos días les expresaba la preocupación que me produce olvidar los gratos recuerdos de la infancia como consecuencia del Alzheimer. Sin embargo caí en la cuenta de que estas patologías tienen preferencia por olvidar las vivencias recientes, lo nuevo.
Lo viejo no se olvida y la verdad tampoco hay quien desmienta lo afirmado y en el caso de que exista quien pueda decir lo contrario, tampoco se acuerda. En fin decidí seguir trayendo a cuento las vainas de pelaos ahora que todavía hay quien se acuerde.
Me acordé de los innumerables parques de diversiones que había en Barranquilla. Recuerdo que los había de varios tipos unos totalmente ecológicos, en el colegio teníamos uno grandísimo, otros a medio hacer, en mi cuadra siempre hubo alguno y otros terminados, de los cuales siempre dispusimos.

Para aquellos amigos lectores de poca imaginación y para los jóvenes que el parque de diversiones más sencillo que recuerdan es el “Magic Kindom” les quiero contar cuales eran esos sitios de diversión de la época. El parque ecológico del San Jode era la zona enmontada que había en el extremo occidental del colegio. Una zona de llena de cadillo y uno que otro árbol de matarraton que servía de escampadero y en donde corríamos como locos evitando caer en las manos del grupo enemigo y guardando los tesoros motivo de la batalla. Vale la pena anotar que el tesoro estaba conformado por piedras NO preciosas sino por pedazos de calizas. Las batallas grupales podían ser reemplazadas por verdaderos safaris en búsqueda de animales exóticos cómo lobitos, tierrelitas y una que otra iguana que se pudiera cazar. Para los que no estudiaron en el San José la cosa era fácil también. Bastaba con llegar a los confines de Barranquilla, la actual calle 96 no existía, la zona era solo monte de cadillos, árboles y uno que otro jagüey lo que se convertía en el parque de diversiones más grande de la ciudad.
Los otros sitios de diversión ya los pueden imaginar, los que estaban en las cuadras eran las construcciones o lotes baldíos que servían para jugar al escondite, a la guerra por equipos, para cazar lobitos, para jugar bolita de uñita, al trompo y otros más.
Finalmente los parques terminados eran las calles de la ciudad que con muchos menos carros que hoy permitían el juego nocturno de la bola’etrapo, la chequita y hasta béisbol.
Para los que vivieron esas épocas un abrazo nostálgico y para los que no tuvieron que quitarse los cadillos de las medias, la ropa y hasta el cabello, tranquilos seguramente deben tener una buena consola de juegos electrónicos que algunos recuerdos les dejaran.

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