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sábado, 22 de agosto de 2015

Recuerdos futboleros (2)


¿Cuál será la mayor prueba de amor que una mujer pueda ofrecer a un hombre? A la respuesta tradicional se le pueden adicionar alternativas también válidas. En mi caso y tratándose de la persona de quién viene, la respuesta es una sola, viajar a Barranquilla y acompañarme al estadio a ver fútbol.
A Martha Claudia no le gustan las multitudes, el calor le sienta mal y lo más importante poco le gusta el fútbol. Sin embargo y contra todos los pronósticos, aceptó acompañarme al juego de eliminatorias para USA 94 Colombia vs Argentina en el metropolitano de la Arenosa.
Corría el mes de agosto de 1993, mi calurosa Barranquilla recibió a la media noche el vuelo de bajo costo procedente de Bogotá. Venía con las características que identificaban a esa empresa por aquella época, lleno y retrasado.
El taxi tomado en el aeropuerto rompió el récord de infracciones que se pueden cometer en treinta minutos contra el código de tránsito. Llevó sobrecupo, se pasó todos los semáforos en rojo, utilizó vías exclusivas de buses, rompió los límites de velocidad y cobró más de lo estipulado.
A la media noche aún se sentía el impacto de las altas temperaturas, mientras la nevera sudaba, los ruidosos abanicos enviaban ráfagas de aire caliente tratando de aliviar el clima para la cachaca recién llegada. Sin embargo y pese a los preliminares ambientales mencionados la fiesta estaba cantada y comenzaba bien temprano. Ese día el clima de Barranquilla parecía animado por la famosa canción de los hermanos Lebron. La temperatura subiendo y la expectativa nos sacaron de la cama temprano. A las diez de la mañana seis horas antes del inicio del partido ya estábamos en el estadio.
A las once de la mañana el ambiente festivo aumentaba como la espuma de la cerveza, o más bien empujado por el consumo de las rubias no muy frías. Era la primera experiencia de Maruja en un partido de eliminatorias. Se notaba prevenida, cualquier cosa podía pasar.
La cerveza, gaseosas, aguas de todas características tomadas profusamente eran incapaces de controlar la temperatura. La fama climática de la arenosa se cumplía literalmente con todo el rigor. Maruja estaba advertida de lo que pasaría con el aumento de la temperatura. La guerra de agua no se hizo esperar, el primer contacto del agua fría con la piel caliente fue desagradable pero al mismo tiempo reconfortante.
A la una de la tarde, ni el sol ni el ánimo de los asistentes decaía. El estadio con el cupo completo se dejaba llevar por la música de Joe. Para regocijo de todos, la guerra de agua se libraba en todos los frentes del estadio. Maruja totalmente ambientada, participaba activamente del combate acuífero. La caja con los restos óseos de un pollo asado víctima del hambre volaba por los aires del Metro. La música, la guerra de agua y las ocurrencias de los asistentes facilitaron el paso del tiempo, los equipos ya formaban en la cancha.
Cantamos el himno a todo pulmón, la espera terminaba, Martha no se cambiaba por nadie, Argentina y Colombia ya jugaban en el Metro. El resto es historia, los goles de Valencia y Valenciano los gritamos con el alma. La victoria fue sin reproches, alegria total. Solo un hecho empañaba la felicidad, al día siguiente Maruja y yo regresábamos a Bogotá.

3 comentarios:

  1. No hay nada como vivir un partido de la seleccion colombia o del junior de curramba en el "metro" excelente cronica.

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  2. No hay nada como vivir un partido de la seleccion colombia o del junior de curramba en el "metro" excelente cronica.

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  3. Emociones al 1000% en un partifo como este.... fantastica crónica. Felicitaciones Dr

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