"Con la edad se recuerdan perfectamente cosas que nunca
ocurrieron" esta paradójica frase se la escuché a Don Juan Gossaín cuando
hacia algunos comentarios sobre la memoria. Ahora que escribir remembranzas se
ha convertido en un agradable pasatiempo, la frase de Don Juan asalta mi
pensamiento a todo momento. No quiero
ser tildado de desmemoriado ni que algún recuerdo pierda credibilidad por un
dato inexacto. Esta preocupación aumenta cuando se trata de un tema con muchos
adeptos como el fútbol. Deporte que apasiona, culpable inobjetable de muchas
alegrías, tristezas y no pocas rabias. De manera que decidí escribir una
colección de recuerdos ciertos en torno al fútbol, antes de que la edad ejerza
su inexorable efecto sobre la memoria.
"En el principio era la radio y la radio estaba con nosotros" Quizás el recuerdo más lejano que tengo es con dos radios Philips. El uno en mi casa y el otro en casa de "Cuya" Illera y "Ñemo" Batlle primos de mi mamá que ejercieron las labores de los abuelos que no tuve.
Del radio de mi casa otro día les cuento porque en ese nunca escuché fútbol. Para aquellos años el fútbol solo se jugaba los domingos y ese día estaba religiosamente consagrado a visitar a doña Cuya. El radio de “Ñemo” ocupaba un puesto de privilegio
en una especie de terraza interna que registraba todo el acontecer de la casa. El Philips de cara blanca semejando una malla con un dial rojo, grande, redondo descansaba sobre una repisa que dominaba la estancia. Desde allí la narración vibrante y acalorada de Edgar “el negro” Perea acompañaba la tarde del domingo.
Para el momento de mis recuerdos ya el "negro" Perea había desbancado de la sintonía al primo Juancho Illera Palacio. La solidaridad con el primo no fue mucha o el "negro" narraba muy bien, lo cierto es que en donde Ñemo les gustaba oír a Perea.
"En el principio era la radio y la radio estaba con nosotros" Quizás el recuerdo más lejano que tengo es con dos radios Philips. El uno en mi casa y el otro en casa de "Cuya" Illera y "Ñemo" Batlle primos de mi mamá que ejercieron las labores de los abuelos que no tuve.
Del radio de mi casa otro día les cuento porque en ese nunca escuché fútbol. Para aquellos años el fútbol solo se jugaba los domingos y ese día estaba religiosamente consagrado a visitar a doña Cuya. El radio de “Ñemo” ocupaba un puesto de privilegio
en una especie de terraza interna que registraba todo el acontecer de la casa. El Philips de cara blanca semejando una malla con un dial rojo, grande, redondo descansaba sobre una repisa que dominaba la estancia. Desde allí la narración vibrante y acalorada de Edgar “el negro” Perea acompañaba la tarde del domingo.
Para el momento de mis recuerdos ya el "negro" Perea había desbancado de la sintonía al primo Juancho Illera Palacio. La solidaridad con el primo no fue mucha o el "negro" narraba muy bien, lo cierto es que en donde Ñemo les gustaba oír a Perea.
Al instante se me vienen nombres a la cabeza, sin mencionar los años
recuerdo a los brasileños Caldeira, Víctor Ephanor, Othon Da cuhna. Nombres
sonoros que en la mente infantil quedaron registrados, Hermenegildo Segrera,
Arturo Segovia, Heriberto Solis, Jesus el Toto Rubio que era calvo y otros más.
La narración de Perea me transportaba al estadio, allí estaba sentado en la
gradería, gritando, feliz. A través de los ojos del negro vi a Victor acariciar
el balón, poner pases magistrales, driblar en una baldosa y cobrar sus tiros
libres letales. Fui criado oyendo fútbol los domingos, sé lo que es imaginar la
bola inflando la malla. Sin ofender a la tecnología, humildemente pienso que
las jugadas imaginadas al oír una narración serán siempre más bonitas que las
vistas en vivo.
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