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lunes, 30 de junio de 2025

Presidente, no me haga esto

Ay, señor presidente, Don Gustavo Petro, no sea así, no me haga esto. No me obligue a molestar a mis lectores leyendo notas de política. Había jurado solemnemente no escribir en el blog de eforerocuenta sobre temas políticos. Juramento que ya he roto antes y que, una vez más, usted me obliga a incumplir. Curiosamente —y eso debería hacerlo reflexionar— siempre es usted el causante de esas excepciones.
Escucharlo en Medellín diciendo que los médicos vienen de familias adineradas, de grandes ingresos, me confirma que, una vez más, está desinformado. Usted, que es economista, debería saber que los ricos invierten en lo que produce réditos, y la medicina no es precisamente un negocio redondo. Para que un médico gane lo que usted cree que ganamos, hay que estudiar por lo menos diez años y luego trabajar duro durante décadas para recuperar esa inversión. No hay tiempo para tomar tinto en la 93 ni para posar en la Revista Dinero.
Mi familia y yo, ¿ricos? Tal vez en sabor, pero en dinero ni para estudiar latonería y pintura. Si no se pellizcan el tío Samuel, el primo Eduardo y la prima Fanny —que completaban los bordados de mi mamá y los pasaportes de mi papá— quién sabe qué estaría yo haciendo. Aprovecho para agradecer públicamente a mis patrocinadores: sin ellos, este pechito estaría quizás vendiendo tintos, con el debido respeto que merecen los vendedores de la bebida nacional.
Y ahora, décadas después, con el título en la pared y las arrugas bien puestas, tampoco vivo en la opulencia. He tenido que recurrir a las cesantías para pagar los semestres de mis hijos. No tengo yate, ni finca, ni club. Ni siquiera cumplo con la condición mínima para ser considerado rico: la seguridad financiera. Y no le voy a explicar de dónde viene ese concepto, porque usted estudió economía… A propósito, presidente, ¿cómo hizo para pagar la matrícula en el Externado? Porque hasta donde sé, esa institución no es precisamente barata.
Presidente, pelee con quien quiera, pero no se meta con los médicos. Somos gente de trabajo, de guardias largas, de cafés más bien recalentados, que lucha cada día contra la enfermedad con un solo propósito: preservar el bien más preciado del ser humano, la salud. Si necesita un nuevo enemigo para alimentar su discurso, búsquelo en otro lado. Aquí no hay oligarquía, solo el deseo obstinado de seguir ejerciendo con dignidad.